CULTURA
La reina de las modas
Margarita de Valois fue una princesa entregada a todos los placeres de la corte, lo que no le impidió ser una de las escritoras más consideradas en su época.
Tercera hija de Enrique II y de Catalina de Médicis, la infancia de Margarita de Valois fue tranquila y no demasiado familiar. Los reyes vivían en el Louvre, los príncipes se criaban en Amboise. Aún no había cumplido siete años cuando Enrique II, su padre, murió accidentalmente en una justa. Desde entonces, la política absorbió por completo la atención de su madre, tanto durante el brevísimo reinado de su hijo mayor, Francisco II, como durante la regencia del siguiente, Carlos IX. En cuanto a sus hermanas, aún era muy niña cuando se marcharon para casarse. Margarita creció entre libros de latín y clases de baile, y según sus contemporáneos llegó a ser maestra en ambas disciplinas.
Su extensa cultura, que adquirió con gran facilidad, y su belleza, hicieron de ella la preferida de los poetas y la reina de las modas. No tardó en mostrar su inclinación a la lujuria: “Jamás hubo persona más dada a la galantería”, afirmaría el escritor francés Tallemant des Reaux. Al alcanzar la pubertad completó su educación acompañando a la corte en un gran viaje de dos años por Francia. Fue, por así decirlo, una gran gira promocional. La reina pretendía consolidar la paz y reforzar la imagen de su hijo Carlos como monarca. Para ello, paseó por las provincias toda su magnificencia.
Francia acababa de poner fin a la primera guerra de religión, y Margarita era uno de los vástagos de los bandos reconciliados. El poeta Pierre de Ronsard ha escrito una obra para ellos: cuatro niños y una niña que jugaban a ser actores. Enrique de Valois, futuro Enrique III, interpreta el papel de Orléantin. Su hermano pequeño, Francisco de Alençon y Anjou, el de Angelot. Enrique de Guisa, hijo del jefe del partido católico, es Guisin. Y otro Enrique, heredero de la reina protestante de Navarra, es Navarrin. El personaje de la princesa Margarita de Valois, que entonces tenía diez años, se llamaba Margot. El apodo se le quedará para siempre. Pero esta escena idílica no bastará para borrar las tensiones entre católicos y protestantes. Con los años, Angelot urdirá complots contra su propio hermano. Enrique III matará a Enrique de Guisa y morirá, a su vez, asesinado.
La boda de Margarita con Enrique de Borbón se pactó para intentar un acercamiento entre los dos bandos y finalizar con las guerras de religión que asolaban Francia y lograr, de esta manera, la paz interior. Más adelante se vio obligada a peregrinar de castillo en castillo huyendo de las tropas reales, que finalmente la detuvieron y la encerraron en la fortaleza de Usson. A lo largo de los trece años que pasó allí se entretuvo escribiendo sus Memorias, una de las obras maestras de la literatura francesa del Renacimiento.
Para lo demás, su obra literaria se mantuvo incólume: escribió el Discurso docto y sutil, todo un alegato feminista que se adelanta a su tiempo. Además, siguió con sus pelucas rubias, sus escotes de vértigo y sus amantes, que cada vez eran más jóvenes y de peor cuna. Implantó la moda de empolvarse el rostro y derrocha dinero a diestra y siniestra, porque no sabía vivir de otro modo. El día de su muerte, los acreedores invadieron su casa. Con ella, según su elogio fúnebre, desaparecía “el paraíso de los placeres de la corte, la flor de las margaritas, la flor de Francia”. La novela de Alejandro Dumas, La reina Margot, está dedicada a esta monarca que hizo de la lujuria su bandera.