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Las curiosidades de una primera dama

Anna Eleanor Roosevelt fue la esposa del presidente de los Estados Unidos en los años de la gran Depresión, siendo una figura llena de aristas.

Más allá de ser la esposa del presidente más venerado por los norteamericanos, Anna Roosevelt ocupó un lugar en la historia por sus propios méritos y su particular forma de ser. Ella pertenecía a una de las familias más prominentes de los Estados Unidos, era la sobrina del presidente Theodore Roosevelt y se casó con un pariente lejano, Franklin Delano Roosevelt. Cuando su marido fue electo presidente se convirtió en la trigésima cuarta primera dama del país, cumpliendo ese rol en el período que va desde 1933 a 1945..

Su infancia fue extremadamente difícil: quedó huérfana antes de los 15 años, edad en la que también perdió a un hermano. Su madre murió de difteria y su padre, un alcohólico, se suicidó. Su matrimonio tampoco fue muy feliz por la intromisión de su suegra en la vida de la pareja y la infidelidad de su marido. Estas desavenencias la hicieron tomar la decisión de iniciar una carrera política propia. “De algún modo aprendemos quiénes somos realmente y después vivimos con esa decisión”, escribió en uno de sus muchos artículos.

No obstante, a raíz de su determinación fue una activista de los derechos humanos que impulsó la creación de planes sociales en los duros años de la Gran Depresión. Como escritora promovía la igualdad de oportunidades de las mujeres en el plano laboral, político y social. También fue una defensora de los derechos de los afroamericanos. Cuando a la cantante de color Marian Anderson se negó al uso de la Sala de la Constitución, Eleanor la acompañó a su presentación en el Monumento de Lincoln, en protesta por la discriminación que había sufrido esa artista.

En 1921, Franklin fue víctima de la poliomielitis, Eleanor lo cuidó y probablemente su atención le haya salvado la vida. Fue ella quien, a diferencia de su suegra, instó a su marido a continuar con su carrera política. Él reconoció su ayuda y aunque la proclamó su heroína, decía que era “una rara esposa…”. En uno de sus muchos libros, Eleanor escribió “el amor es el fuego purificador que conocen los que aman generosamente”.

Durante sus años como primera dama en más de una oportunidad actuó como vocero de la Casa Blanca y escribió una columna diaria llamada My Day (Mi Día) desde 1935 hasta 1962. Su tarea como escritora y conferencista le ganó prestigio y dinero. En un momento, los medios le pagaban lo mismo que el sueldo anual de su marido como presidente. La mayor parte de esas ganancias las donaba para caridad.

Muchos de sus proyectos sociales como el “American Youth Congress” y el “Arthurdale” fueron condenados como “comunistas y utópicos” por el ala más conservador de la sociedad norteamericana. Sin embargo, para su marido, Eleanor se convirtió en los “ojos y oídos” del New Deal, el pacto social que sacó a los Estados Unidos de la Gran Depresión y ella apoyó con pasión.

Su gran tarea, aquella que le franqueo la admiración del mundo, la hizo después de la muerte de Franklin (en esa circunstancia se enteró que los momentos finales de su existencia los había pasado con su amante de la juventud, Lucy Mercer). En diciembre de 1945, el presidente Harry Truman la nombró delegada ante las Naciones Unidas donde se convirtió en directora de la Comisión de los Derechos Humanos. De esta comisión, en 1948, salió la declaración que la inmortalizó: “La libertad exige mucho de todo ser humano. Con la libertad llega la responsabilidad”. Incluso John F. Kennedy apoyó su candidatura a las Naciones Unidas para crear un cuerpo de paz. En esa oportunidad dijo: “Vamos a morir juntos o aprender a vivir juntos. Y si vamos a vivir juntos, tenemos que hablar".

Su existencia fue controvertida, nunca evitó el debate y defendió sus ideales con perseverancia e inteligencia. Anna Eleanor Roosvelt figura entre las mujeres más admiradas del siglo XX y a su muerte -en diciembre de 1975- la bandera americana se izó a media asta.

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