Fue la esposa de uno de los generales
más cercanos a Napoleón y amiga de Honorato de Balzac, a quien inspiró
para algunas de sus novelas.
Nacida en 1784, Laure Permon perteneció a una familia muy relacionada con los Bonaparte, lo cual le valió el tener acceso directo a Napoleón, a su madre y a sus hermanos. Primero como cónsul y luego como emperador, Napoleón dominó su país y lo embarcó en una espiral expansionista: las guerras napoleónicas. Consumado estratega, ganó buena parte de las batallas que libró, hasta las que fueron sus dos grandes derrotas, en Leipzig y Waterloo. En ese contexto, Laure contrajo matrimonio con uno de los edecanes del emperador, el general Andoche Junot, quien ocupó diversos cargos políticos (gobernador de París, embajador en Portugal, gobernador de Parma y de las provincias ilíricas) y participó activamente en varias campañas militares, en particular -y por las consecuencias que tuvieron para su esposa- la ocupación de Portugal, que le valió el título de duque de Abrantes, y la guerra de España, donde combatió a las órdenes de Masséna; murió en 1813, poco después de su regreso a Francia, cargado de deudas.
Arruinada a la caída del imperio, Laure Permon publicó –de 1831 a 1835– los 18 volúmenes de sus memorias, en las que abundan los detalles anecdóticos. Para hacer frente a sus numerosos gastos, decidió dedicarse a la literatura. En esta labor la amistad que trabó con Balzac fue decisiva, pues el escritor, aparte de aconsejarla, la recomendó a distintos editores de París. Asimismo, el autor de Las ilusiones perdidas le debió mucha de su documentación relativa al período de la Revolución, el Imperio y la Restauración.
Su vasta producción está compuesta por obras de tipo biográfico y por relatos. Entre las primeras descuellan las Mémoires (1831-1835), en las que pasó revista a los acontecimientos de los que fue testigo desde el germen revolucionario. En la misma línea se hallan la recopilación de biografías de Les femmes célèbres de tous les pays (1833), la Histoire des salons de Paris (1837-1838, en 8 vols.) y los Souvenirs d’une ambassade et d’un séjour en Espagne et en Portugal (1837). Algunos relatos aparecieron tras su muerte en 1838; entre los que publicó en vida destacan L’amirante de Castille (1832), Catherine II (1835, a mitad de camino entre la biografía y la novela) y las Scènes de la vie espagnole (1836).
Sin embargo, la obra de la duquesa de Abrantes carece todavía de un estudio amplio y detallado. De hecho, la abundante bibliografía sobre Laure Junot solo se centra en los elementos biográficos, y en algunos casos se reduce a biografías noveladas, apoyándose en elementos extraídos de las Mémoires y de otros escritos de la autora. La mayor parte del material biográfico se volcó en las Mémoires y en los Souvenirs. Existen, sin embargo, algunas diferencias entre ambas obras, fundamentalmente por el hecho de que las primeras quieren ser un fresco de toda una época, con pretensiones de relato histórico amplio, mientras que los segundos son una relación de un viaje, de hechos, lugares e individuos conocidos personalmente por la autora.
En las Mémoires, la duquesa incorpora numerosos sucesos que no vivió en primera persona, aunque la afectaran directamente a nivel personal (por ejemplo, la vida profesional de su marido) o fueran de interés general o “nacional” (las campañas de Napoleón, los cambios políticos). En lo relativo a la “materia ibérica”, incluyó los episodios relativos a la segunda estancia de Junot en Portugal, ya como invasor; o numerosos hechos bélicos y políticos vinculados con la guerra de la Independencia española, distintos a los que pudo conocer de primera mano -o incluso presenciar- durante su propia estancia en España. Por otra parte, la mayor extensión de las memorias propicia un más amplio desarrollo de los elementos biográficos vinculados con ambos países. Un simple cotejo entre situaciones idénticas pone de manifiesto la diversidad en el tratamiento del mismo hecho: por ejemplo, el relato de la llegada a Lisboa y la descripción de la ciudad. Aunque también pueden apreciarse grandes concomitancias, como en el episodio de la recepción de la duquesa por los reyes de España en Aranjuez.