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Escribió numerosos libros en los que indaga en las claves de nuestro pasado reciente. Uno de ellos es sobre La Noche de los Lápices.
03/03/2024 - 00:00hs
En diciembre de 1991, cuando María Seoane publicó Todo o nada, un libro que no solo cuenta la historia del comandante del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), Mario Roberto Santucho, sino que además es una investigación en profundidad de lo que pasó en los años oscuros de la última dictadura cívico-militar, en la sociedad argentina empezaba a aparecer una fuerte desideologización y estaban en terapia intensiva las utopías. Sin embargo, lejos de abandonarse a la suerte de aquel presente gris, el libro alcanzó una gran resonancia, porque cifraba el rescate de una época cuyo debate no ha sido saldado. Allí decía que la pregunta disparadora tenía que ver con indagar sobre lo que había pasado con la generación del 70, con una parte importante de ella que había optado por el camino de la violencia revolucionaria para producir cambios que consideraba necesarios en el país. Había muchas incógnitas, y era un gran tema tabú, como esos núcleos neuróticos sobre los cuales nadie quiere hablar, “pero de los que si no se habla, es muy difícil continuar pensando o escribiendo de manera simbólica”.
Por diversas razones que se fueron agolpando, Seoane está profundamente convencida de que las ideologías surgen, mueren, caducan y se transforman porque son lo más voluble de la razón. No obstante, lo que no es voluble es la pasión de los seres humanos por cambiar su realidad, más allá del vademécum político o las connotaciones culturales de las cuales revisten esos principios. Por eso no le parecía fútil armar un rompecabezas que nos haga más íntegros aportándonos más elementos para comprender lo sucedido en nuestra historia reciente. En síntesis, el tan zarandeado fin de las utopías no afecta su empecinada convicción de que en la condición humana coexisten lo maravilloso y lo miserable, lo violento y lo pacífico, y todas las antinomias que pueden observarse también en nuestro presente.
María Seoane nació en Buenos Aires el 25 de enero de 1948. Antes de ser periodista enseñaba Economía en la Universidad de Buenos Aires (UBA). En su vastísima trayectoria, ocupó los cargos de redactora de Política Nacional de la revista El Periodista de Buenos Aires y del diario Sur. Más tarde colaboraría en varios medios gráficos del exterior, entre ellos la revista Di , los diarios Uno más Uno y El Universal –todos estos, de México– y la revista Nueva Sociedad de Turín, Italia.
En 1986, junto al periodista Héctor Ruiz Núñez, publicó La Noche de los Lápices, un libro que reconstruye uno de los episodios más trágicos de la última dictadura, que tuvo a nuestra ciudad como epicentro. Fue la primera historia que quiso contar a dos años de regresada de su exilio. Es un libro escrito desde el compromiso de relatar la historia de una generación que abrazó la militancia en los años 70: “El libro es el resultado de un compromiso interno muy fuerte que asumí de contar la historia de una generación que era la mía, y que no pudo sustraerse al uso de la violencia como método de acción política porque era algo instalado desde hacía mucho tiempo en la sociedad argentina”.
María Seoane se enteró en nuestra ciudad de lo sucedido con esos estudiantes que militaban por la reinstalación del boleto estudiantil y por una sociedad más justa: “Había ido a La Plata a ver un documental sobre desaparecidos. Era un sábado a la noche, y hacía frío. Me invitó una amiga mía, María Alaye, que había estado conmigo en el exilio y tenía un hermano desaparecido. Su madre era Adelina Dematti de Alaye, una Madre de Plaza de Mayo. Una señora dijo que en esos días estaría “ocupada por el asunto de La Noche de los Lápices, y eso me llamó la atención”. Esa señora era Nelva Falcone, madre de Claudia, una de las desaparecidas. Así nació la idea de escribir ese libro que establece con precisión la trama de los hechos y la semblanza de cada una de las víctimas.
Dos luchas sincrónicas
A lo largo de su carrera, Seoane bregó por la no separación entre la lucha por la información veraz y la lucha por los derechos humanos. Consciente de que las empresas periodísticas muchas veces marcan pautas de comportamiento que no tienen que ver con los intereses específicos de los periodistas, necesitó hallar en los libros ese sentimiento de libertad que sistemáticamente se agotaba dentro del mundillo periodístico.