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¿Para qué sirve la filosofía?

Para muchos es una actividad improductiva relacionada al ocio, para otros es el ejercicio de la facultad que nos diferencia del resto de las especies animales.

Interés General

18/12/2025 - 00:00hs

Los primeros filósofos nos enseñaron que la filosofía sirve, antes que nada, para hacernos las preguntas precisas acerca de los grandes temas de la humanidad. El mismo Sócrates decía que la filosofía es la búsqueda de la verdad como medida de lo que el hombre debe hacer y como norma para su conducta. Por su parte, Michel Onfray sostuvo que “una filosofía que no tiene una aplicación práctica es inútil. Esta es la enfermedad de la que, a día de hoy, la filosofía adolece, aquella que la ha vuelta lejana y la ha teñido de injustificada soledad”.

La premisa de un filósofo es formular enunciados generales, que sean universalmente válidos, con independencia de la geografía y de la historia. No obstante, a esa posición ideal nunca llegaron pensadores de la talla de Frederich Nietzche, Emmanuel Kant, Jean Paul Sartre, Henri Bergson, ni otros pensadores de primera línea. Sus verdades sólo podían ser relativas, dado que eran impugnadas por otros filósofos o por ellos mismos. Más cerca de la verdad absoluta, afirma el escritor uruguayo Homero Alsina Thevenet, estuvieron los anónimos prohombres de la sabiduría china, a quienes se les debe el pronunciamiento sobre los tres acontecimientos humanos de absoluta desgracia: amar sin ser amado; querer dormir y no poder; esperar y que no llegue.

En una segunda línea, según Thevenet, debe colocarse a aquellos filósofos que estudiaron algún terreno determinado y consiguieron sintetizarlo en un puñado de palabras. Un ejemplo excepcional es la definición del fascismo como “el régimen social y político donde todo lo que no está prohibido es obligatorio”; así como de las empresas: “instituciones que dan órdenes absolutas y luego impiden cumplirlas”. El filósofo, en tales casos, procura penetrar en las paradojas de la organización, apuntando certeramente las dificultades de poner orden en una sociedad humana desordenada.

El filósofo francés Gilles Deleuze sospechaba que otorgarle a la filosofía el poder para “reflexionar sobre” era asignarle mucho y quitarle todo. Y que los únicos capaces, por ejemplo, de reflexionar sobre cine eran los cineastas o los que amaban el cine: “La idea de que los matemáticos tendrían la necesidad de la filosofía para reflexionar sobre matemática es una idea cómica. Si la filosofía debiera reflexionar sobre cualquier cosa, no tendría razón de existir. Si la filosofía existe es porque tiene su propio contenido”. En ese sentido, Deleuze afirmó que la filosofía es una disciplina consistente en crear conceptos; pues los conceptos no existen ya hechos, no existen en una especie de cielo en donde esperan que un filósofo los tome, sino que nacen cuando existe una necesidad.

Por su parte, Arthur Bloch escribió un libro titulado “La ley de Murphy y otras razones por las que las cosas salen mal”, que se convirtió en el más eficaz recordatorio de ciertas reglas para sobrevivir, para comprender el mundo y para recibirse de pensador sin necesidad de estudiar demasiado. Sus lectores más fieles pudieron apreciar algunas de sus enseñanzas: “El principio Watergate: la corrupción del gobierno se informa siempre en tiempo pasado”; “Principio de Heinsenberg sobre la inversión: se puede saber hacia dónde se dirige el mercado, pero no hay forma de saber qué dirección tomará después”.

Para muchos filósofos organizar sus conocimientos de manera orgánica ha sido una tarea condenada al fracaso, pero algunos afirman que ese milagro ocurrió con Laurence J. Peter, creador del Principio Peter: “En una jerarquía, todo empleado tiende a ascender hasta el nivel en que se inicia su incompetencia”. Con la demostración de Peter llegó a compilarse un libro que incluyó casos tan disímiles como el de Adolf Hitler, quien siendo un astuto político ascendió hasta comandante militar, con el catastrófico resultado de perder la guerra y la vida; o Sócrates, muy competente como filósofo, pero que terminó por ser un mal abogado defensor e hizo famosa a la cicuta.

José Pablo Feinmann que, en alguna oportunidad comparó a la filosofía con un asesino serial, dijo “la filosofía es el saber de los saberes, porque asume todas las preguntas y señala a las que dan fundamento y origen a las demás”. Quizás, entonces, la definición de filosofía sea: el arte de hacer preguntas.

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