Argentina: Crearon un sistema de detección para determinar qué pacientes con Covid-19 deben ir a terapia intensiva
Un chip desarrollado por una empresa emergente con científicos de la UNLP y del Conicet.
Nació en Laprida pero desde hace varios años vive en La Plata, donde estudió en la Escuela de Danzas Clásicas y publicó dos libros de poemas.
03/03/2021 - 00:00hs
En 2017 publicó su primer libro de poemas, Autopartes del naufragio, más recientemente fue editado Poesías para abrir. Con un grupo de amigos conformó Les Especias, una fusión entre música y poesía, en la que aportó sus dotes como percusionista y su vuelo poético.
Actualmente está explorando las posibilidades de la video-poesía; su primera realización, Procesar, fue seleccionado para la edición número 20 del Festival Internacional de Video-poesía VideoBardo, a realizarse este año.
—¿Cuándo y por qué decidiste radicarte en La Plata?
—Llegué a la ciudad en 2012, el año posterior a mi egreso del secundario, para seguir estudiando en la universidad. En ese momento me había anotado a Psicología. En el transcurso de ese mismo año descubro la carrera de la que finalmente voy a egresar, en la Escuela de Danzas Clásicas de La Plata.
La elección de la ciudad tiene que ver con que mi hermana se había radicado acá unos años antes por la misma razón.
—¿Cuáles son los lugares de La Plata más significativos en tu vida?
—Algunos de ellos son el Pasaje Dardo Rocha, ya que el año en que llegué, aterricé en el taller de danzas y conocí a mi profesor y mentor Esteban. Otro es Casa Zaragoza, un lugar autogestivo e independiente en el que pasé muchos días pensando en colectivo acciones artísticas y sociales. De los espacios verdes, Parque Saavedra es de mis favoritos por la feria de los viernes y domingos y por ser punto de encuentro con amigos.
—¿Cómo fue tu descubrimiento de la poesía?
—No sé cómo fue mi descubrimiento de la poesía en sí. Recuerdo tener pilas de hojas de carpeta con versos escritos, en formato de canción. Pero no puedo mencionar un libro por ejemplo de poesía como punto de inflexión. Creo que nunca me interesaron las formas y escribía una mezcla de poemas en prosas desalineadas (ni siquiera le podría llamar prosa poética), hasta que un buen día decidí ordenar en versos. Fue como rastrillar palabras por la hoja, como descubrir el esqueleto perfecto para un caos que hasta ese momento sobrevivía en planos invertebrados.
–¿Cómo describirías el impulso poético?
–Puedo hablar de la naturaleza de lo que considero que es el mío y tiene que ver con sentir. Se trata en mi caso de animarse a sentir por fuera de los adjetivos predominantes, desnudar al mundo del lenguaje y con sus elementos buscar nuevos. Entiendo que no se puede pensar por fuera del lenguaje y el texto, pero si lo que buscamos es sentir, quizás haya una manera. ¿Sentimos que pensamos o pensamos que sentimos? Siempre que hablo del lenguaje y las posibles coartadas para desatarnos me conformo con preguntas más que con respuestas.
—¿Qué afinidades encontrás entre la danza y la poesía?
—Creo que ambos buscan crear registros sensibles. Y también ambos invierten en la desautomatización del cuerpo y de la palabra. Cuando bailamos ya no nos movemos para algo. Cuando escribimos un poema, escribimos para nada. No bailamos para llegar al laburo, no hacemos poesía para hacer la lista de compras. Tanto la danza como la poesía interrumpen el sentido de la utilidad.