El fenómeno meteorológico que se vincula
con el calor extremo dejó de registrarse esta semana y hay un 65% de posibilidades de que lo reemplace su contraparte fría.
El intenso fenómeno meteorológico de El Niño, conocido por añadir más calor a las temperaturas globales ya elevadas, ha terminado, según anunciaron los meteorólogos esta semana. Los expertos indican que existe un 65% de probabilidades de que La Niña, su contraparte fría, se desarrolle en los próximos meses.
El Niño se asocia con temperaturas y precipitaciones superiores a lo normal. Aunque no alcanzó récords de fuerza este año, su formación hace un año contribuyó, junto con el cambio climático provocado por el hombre y el calentamiento general del océano, a un año marcado por olas de calor y condiciones meteorológicas extremas. Ahora, el mundo se encuentra en un estado neutral respecto a la oscilación natural de El Niño/Oscilación Austral, que altera los sistemas meteorológicos globales. Este estado neutral implica condiciones climáticas cercanas a los promedios a largo plazo.
Michelle L’Heureux, científica física de la NOAA y principal pronosticadora del equipo ENSO de la agencia, explicó que hay un 65% de probabilidades de que La Niña se forme entre julio y septiembre. Uno de los mayores efectos de La Niña es el aumento de la actividad de huracanes en el Atlántico, especialmente en agosto, el pico de la temporada de tormentas.
Kathie Dello, climatóloga estatal de Carolina del Norte, comentó que la combinación de La Niña y las temperaturas récord de la superficie del mar es la razón por la cual el Centro Nacional de Huracanes prevé una temporada de huracanes extraordinaria este año. Estados desde Texas hasta Maine están preparando sus estrategias para enfrentar un año activo en términos de tormentas.
En Argentina, La Niña se asocia históricamente con la escasez de lluvias, vinculándose a sequías importantes en el país. Las condiciones más secas, intensificadas por el calentamiento global, podrían afectar negativamente la agricultura y los recursos hídricos, impactando la economía y la vida cotidiana. Los agricultores y sectores dependientes del agua deben estar preparados para enfrentar estos desafíos, adaptando sus prácticas y estrategias para mitigar los efectos adversos de La Niña.