Aceiteros hacen huelga contra la reforma laboral
El secretario general de la Federación Aceitera y Desmotadora de Algodón, Daniel Yofra, pidió no perder tiempo y llamar a una huelga general.
La presión del organismo internacional expone la fragilidad del plan oficial y la dependencia de apoyos externos para sostener la estabilidad económica.
14/11/2025 - 00:00hs
El Fondo Monetario Internacional (FMI) volvió a instalarse como actor central en la política económica argentina. Desde Washington, la vocera Julie Kozack advirtió que el país debe acelerar la acumulación de reservas internacionales para sostener la confianza del mercado y evitar un deterioro mayor de la estabilidad externa. El mensaje de Kozack, directo y sin rodeos, expone la distancia entre las promesas oficiales y la realidad de un programa que aún no logra cumplir las metas pactadas.
Reservas y credibilidad en duda
El organismo internacional evitó pronunciarse sobre si Argentina alcanzará los objetivos de acumulación, pero subrayó que los esfuerzos deben intensificarse para gestionar la volatilidad y fortalecer la credibilidad. La advertencia del Fondo se produce en un contexto en el que las fluctuaciones cambiarias han sido contenidas por políticas fiscales y monetarias estrictas, aunque ese anclaje no alcanza para disipar las dudas sobre la fragilidad del modelo, sostenido en buena medida por ayuda internacional.
El contraste es claro. Mientras el Gobierno insiste en que las metas se cumplirán, el FMI recuerda que la estabilidad requiere un marco robusto y coherente. La dependencia de apoyos externos, como el swap con el Tesoro de Estados Unidos, refuerza la idea de que la estrategia oficial se sostiene más en acuerdos bilaterales que en una acumulación genuina de reservas.
Un programa bajo presión
La portavoz del organismo destacó que la mejora reciente de las condiciones de mercado abre una oportunidad para consolidar políticas macroeconómicas. Por otro lado, advirtió que los desafíos persisten y que la implementación debe ser sólida y sostenida. En otras palabras, el margen de error es mínimo y la paciencia del Fondo, limitada.
Ante este escenario, el gobierno de Javier Milei enfrenta el dilema de defender un esquema que promete estabilidad pero que no convence a los acreedores internacionales, o acelerar medidas que impliquen costos políticos y sociales.
La tensión entre discurso y realidad vuelve a colocar al FMI como árbitro de la política económica argentina, demostrando que la autonomía del país se diluye cada vez que Washington marca el paso.