La realidad tal cual es

Otra vez, la lluvia castigó a la región y la ciudad volvió a ser noticia: barrios enteros convertidos en lodazales, calles anegadas, vecinos retirando de a baldes el agua de sus viviendas, cientos de evacuados.

Otra vez, la lluvia castigó a la región y la ciudad volvió a ser noticia: barrios enteros convertidos en lodazales, calles anegadas, vecinos retirando de a baldes el agua de sus viviendas, cientos de evacuados.

 “Estamos solos”. “Estamos desesperados”.  “El Municipio está ausente”. Reclamos como se escucharon en Villa Elvira (una de las localidades más castigadas por el desborde del arroyo Maldonado), City Bell, Los Hornos, Villa Castells o el barrio Las Palmeras, por citar apenas una de las zonas más castigadas. Incluso, tras el horror de la madrugada, algunos vecinos aprovecharon ayer el sol de la tarde para salir a la calle a gritar la bronca de haberlo perdido todo. 

Las imágenes de ese sufrimiento llegaron a nuestra redacción y son más que elocuentes. De todas, rescatamos una: la del Hospital de Niños Sor María Ludovica, donde el diluvio se filtró por los techos, invadiendo salas y obligando al personal a distribuir baldes para contener el agua. “Pasamos una noche terrible”, aseguró la mamá de un nene internado en el nosomio que ya la semana pasada evidenció graves problemas de infraestructura. Como informó entonces este diario, en medio de un apagón eléctrico, fallaron los generadores y los médicos debieron atender a la luz de los de los celulares.

También el Hospital Gutiérrez y el San Martín, entre otros centros de salud, han sufrido la furia del temporal. Pero lo ocurrido en el Ludovica refleja, además de la falta de inversión, la indefensión a la que se expone a los más chicos. Es la muestra cabal de una realidad que duele y golpea a quienes en otro tiempo fueron grandes privilegiados. Habla, incluso, de una ausencia de sensibilidad en quienes nos gobiernan. 

¿Dónde poner la prioridad sino en la salud y, más aún, en el bienestar de los más indefensos?

El Ludovica y sus pequeños pacientes nuevamente son víctimas de un Estado que no los protege, en una ciudad que ha vuelto a quedar bajo agua, en la que las obras no avanzan, como si el fatídico 2 de abril de 2013 no fuese suficiente escarmiento. 

Controlar la furia de la naturaleza es imposible. Excusarse en el “cambio climático”, como ha hecho el intendente Julio Garro, resulta inadmisible. Prever y amortiguar la catástrofe es su función.

 ¿Cuántas gotas de lluvia tendrán que caer para que funcionarios y legisladores comiencen a actuar en consecuencia? 

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