EN FOCO

Nos equivocamos

El Gobierno demostró que tiene un plan: favorecer la bicicleta financiera a costa del castigado aparato productivo. Tras la exponencial suba en las tasas de interés de la semana pasada, ayer el dólar superó los $21,50 y rompió otro récord. Con la nueva devaluación, la divisa fracasa como ancla y ya se siente el impacto sobre la inflación. A los aumentos en los precios de las tarifas y productos de la canasta básica, se agrega el de las expensas

Nos equivocamos. Tenemos que admitir que nos equivocamos al creer que quienes nos gobiernan no tenían un plan, que andaban sin rumbo y a tientas como ciegos en un laberinto. 

Cuando las malas políticas son excepciones se puede hablar de errores. Cuando son la regla se convierten en plan. Y esto ha quedado en evidencia ayer: en la primera jornada de operaciones cambiarias de la semana, el dólar subió casi 70 centavos y cerró a $21,52, su máximo histórico. El precio hubiera sido mayor si el Banco Central no hubiese intervenido vendiendo más de US$ 500 millones, un ritmo insostenible en el largo plazo.

Esto representa una devaluación del peso del 3% en un sólo día y significa la mayor suba del billete norteamericano desde el pasado 28 de diciembre, cuando el Gobierno fijó su meta inflacionaria en el 15%.

Para la mayoría de los economistas, el piso límite del dólar para este mes era de $21, por lo que dan por descontado un recrudecimiento en el impacto inflacionario.

Ganadores y perdedores del plan

A la luz de los hechos, el plan de Cambiemos no parece ser otro que alentar la bicicleta financiera para saciar la sed de los grandes especuladores, los que ganan a costa de la destrucción del ya muy lastimado aparato productivo, con fábricas, industrias y PyMes ahogadas en sus costos. En una economía dependiente como la nuestra, una suba en la moneda estadounidense golpea a los sectores importadores y, como consecuencia, se encarecen los productos de la canasta básica. Capítulo aparte merecen los tarifazos en todos los servicios públicos  (Ver recuadro).

Como en cada jornada, la demanda por el dólar volvió a intensificarse ni bien comenzó la rueda cambiaria. No la frenó ni la intervención del Central, que en menos de una semana sacrificó casi US$5.000 millones de sus reservas. Tampoco la supertasa de interés del 30,25%, que enfría más el consumo y la economía, pero no alcanza para que los grandes ahorristas apuesten al país: en un contexto de suba de tasas en Estados Unidos, el negocio financiero es perfecto para los compradores de Lebacs, que se desprenden de ellas para irse del mercado interno.

El incremento de la tasa de Estados Unidos encarece, a su vez, el endeudamiento externo, pilar de Cambiemos para financiar el déficit, la especulación y la fuga de capitales.

El plan gubernamental parece ser, en efecto, ensanchar la brecha entre quienes tienen todo y no tienen nada: pobres que serán más pobres, una clase media que se debate entre la supervivencia o caer en la pobreza, y una pequeña elite que gana (y continuará ganando) con este modelo que se pone de rodillas ante los poderes centrales.

Cambiemos frente a Cambiemos

Ante el malestar de la masa social derrotada, la imagen del Presidente cae, pero cuando eso sucede basta con echar mano al pasado y recordar que existieron Cristina Fernández de Kirchner o cualquiera de sus impresentables exministros. Lo hacen a través de sus medios acólitos, los colocan frente al micrófono y a la primera palabra se trasluce la inmoralidad de quienes estuvieron antes.

Se pierden las horas en denodados, necesarios pero insuficientes debates por las tarifas (Ver recuadro), sin plantear el plan económico estrátegico que podría regar el país de producción, crear empleo genuino y salarios dignos para pagar por lo menos lo que consumimos.

Sin una oposición robusta, queda el Poder Judicial, que podría poner coto. Hasta que entramos en la cuenta de que también jueces y fiscales actúan a pedir del Gobierno. A los que no acatan e investigan funcionarios se los hostiga, se les quitan recursos o traslada. Como en tiempos del kirchnerismo.  

Allanado el camino para la impunidad, no hay nada ni nadie que le tuerza el rumbo a Cambiemos: frente a una oposición funcional y un Poder Judicial adicto, compite contra sí mismo. El Gobierno camina así por una senda perfectamente planificada y a quienes buscamos echar luz allí donde hay oscuridad se nos intenta silenciar o desaparecer.

Entonces, quedan dos caminos: apagar la luz e irse. O empezar desde cero, comprometiéndose en cada ámbito, tendiéndole una mano al de al lado, levantándolo si está a punto de caer.

De ese lado del compromiso estamos nosotros.