Leopoldo López dejó la cárcel y tendrá arresto domiciliario

Estuvo tres años y cinco meses en Ramo Verde y ahora se encuentra en su vivienda, con un brazalete electrónico para cumplir la condena

Leopoldo López, luego de estar privado de su libertad en la cárcel de Ramo Verde, ya se encuentra en su casa con un brazalete electrónico. El preso político más emblemático del chavismo fue trasladado hasta su vivienda en Caracas, donde permanecerá en prisión domiciliaria, luego de que  el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) le otorgara una medida humanitaria.

La decisión fue celebrada como un logro, después de casi cien días de protestas callejeras de la oposición, reclamando, entre otras cosas, la libertad definitiva del dirigente. En tanto, desde el oficialismo salieron rápidamente a destacar que el beneficio es producto del diálogo entre las partes, asegurando que “el gobierno respeta la nueva situación”.

Atrás quedaron para López los tres años y cinco meses en la cárcel militar de Ramo Verde, luego de haber sido condenado a casi catorce años por asociación para delinquir y daños a la propiedad, tras los violentos incidentes producidos durante una marcha de estudiantes en la capital venezolana.

Economista y magíster en Políticas Públicas, formado en Estados Unidos, López, de 46 años, fue alcalde del municipio de Chacao entre 2000 y 2008, en el área metropolitana de Caracas; ademas, es titular del partido Voluntad Popular (VP). 

Su compromiso

El líder opositor venezolano  ratificó su compromiso de “luchar hasta conseguir la libertad de Venezuela”, en su primer mensaje tras ser excarcelado y puesto bajo arresto domiciliario, según una carta leída por su copartidario, Freddy Guevara.

“Mantengo firme mi oposición a este régimen, reitero mi compromiso de luchar hasta conquistar la libertad de Venezuela”, escribió López en el mensaje leído ante decenas de periodistas por Guevara, dirigente de VP y vicepresidente de la Asamblea Nacional, en las afueras de la residencia del opositor.

Minutos más tarde, apareció López, sonriente, luciendo una camiseta blanca, ondeando una bandera venezolana y levantando las manos en señal de victoria. Subido en el pórtico del jardín de su casa, en medio de la ovación de decenas de simpatizantes que lo esperaban afuera, se le escuchó gritar: “¡Sí, se puede!”.