Gustavo Astarita: “Profesionalmente, estoy en un momento de dicha”

Es un referente indiscutido de la cultura platense y el líder de Mister América, una reconocida formación de rock local. En una entrevista con diario Hoy, el artista se expresó sobre el camino recorrido

En 1965, en el seno de una familia de comerciantes nació Gustavo Astarita, uno de los emblemas del rock local. Su formación transcurrió entre las artes plásticas y la música. Durante su paso por el colegio secundario, formó una banda junto con Sergio Pángaro, otro referente estelar de La Plata. Sin embargo, el momento de inflexión en su carrera estaría marcado por el impacto estético que le produjo la presentación de Recrudece, uno de los discos emblemáticos de Virus. 

Al mismo tiempo que Gustavo gestaba sus primeras puestas en escena, cursaba la carrera de Dibujo en la Facultad de Bellas Artes (UNLP). Fue en ese contexto que nació Mister América, la banda de sus sueños, integrada por amigos. 

Esta agrupación editó seis discos de estudio y, si bien se separó, cada tanto regresa para alguna fecha en la ciudad que los vio nacer. En la actualidad, el multifacético Astarita se dedica a la producción de cerveza artesanal.  

Durante una charla con este medio, el entrevistado se expresó sobre la incursión en las artes y la relación que mantiene con sus seguidores .

—¿Cómo y bajo qué circunstancias te adentraste en el mundo de la música?

—De chico, el mundo de los adultos me resultaba insoportable. No encontraba la forma de insertarme y apreciar lo que le interesaba a la mayoría: no me gustaba el deporte y menos el fútbol. Me veía diferente del resto, pero a su vez sentía una necesidad suprema de gustar, de ser aceptado y querido. 

Cuando tenía 5 años vi a Elvis en alguna de sus películas y se me metió en la cabeza de tal forma, que me di cuenta que quería ser como él. Al poco tiempo llegó a casa un combinado y unos discos de pasta de herencia que me sumergieron, dentro de mi mismo, en un mundo nuevo. 

Así apareció la música en mi vida, como un instrumento para que ese personaje de mi mente pudiera crear ilusiones en los otros y atraer la atención sobre mí mismo. Un mero acto de adaptación ante un mundo inhóspito. 

Es por esto que no puedo decir que fue la música lo único que me ayudó a transformarme, más bien fue la actuación y ese encanto que produce la representación de un personaje, los gestos, las miradas, sus pasos acompañados por lo que está cantando y por el carácter de la melodía.

La música tiene ese algo mágico, sin una sustancia táctil, que penetra en los corazones fácilmente. Esto es lo que me dejó Elvis y otros maestros después: que el oficio de la actuación sumado a lo mágico y lúdico de la música crean en los humanos una ilusión tal que los saca de su mundo y los adentra en otro creado.

—¿Cuál es tu visión de la escena cultural platense?

—Observo a mi ciudad como la Florencia del Renacimiento. La veía como siempre deseé verla; brillante de cultura, nutrida por esa magia cosmopolita que le brindan todos los jóvenes que, año a año, se incorporan a La Plata a estudiar. Es una ciudad ilustrada por su universidad y por todos los que contribuyeron a convertirla en un mito. Desde su fundación, una ciudad rebelde y combativa, pero que no ha tenido, aún,un gobernante a su altura.

Yo vivo el arte como el modo que tiene la cultura de enriquecerse y refinarse para volverse más elevada. Ver hoy el poco valor que se le da al verdadero arte, me hace pensar que quizás haya un montón de artistas listos para embellecer nuestro entorno, pero que aquellos que nos gobiernan no son los Medici de la Florencia renacentista, sino más bien señores de la tosca época feudal, solo preocupados por cortos intereses económicos.

—¿Tenés cábalas para los shows? ¿Qué es lo que no puede faltar en tus presentaciones?

—Desde siempre, antes de salir a escena me digo un viejo koan zen: “Arrojate al vacío, vivirás después de muerto”. Puede faltar hasta el sonido, pero nunca un whisky y una luz que te ilumine el rostro.

—¿Qué relación tenés con el público de los inicios y con el de ahora?

—Uno construyó todo para lograr la atención de los otros, armó esa imagen ilusoria de sí en la mente de los demás. Sin el público, el personaje no existiría. 

La diferencia es que en el principio uno estaba construyendo este mundo con todas las incertidumbres propias de aquello que está en formación, era el momento de la siembra. En cambio, ahora, aunque uno siga sembrando, también cosecha. Esto es lo que me dice que fui consecuente en el concepto y constante en el cuidado de lo que sembré. Profesionalmente estoy en un momento de dicha.

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