“Lo peor de ser actriz es no tener trabajo, te pone vulnerable e insegura”

Así lo aseguró la exprotagonista de Chiquititas, “Moro” Anghileri. En diálogo exclusivo con diario Hoy, repasó su carrera y criticó los manejos en el medio 

Los últimos trabajos de Mariana Anghileri, apodada “Moro” por sus amigos, son del año pasado e incluyen su paso por los tres pilares de la profesión: el teatro, el cine y la televisión. Para este 2017, la artista tenía planeado continuar por un sendero similar, repleto de ocupaciones. Sin embargo, por distintas razones, varios de los proyectos en los que la intérprete iba a formar parte se fueron cayendo.

A la espera de que surjan nuevas propuestas, Moro habló de sus inicios en la profesión y del “mal momento para la ficción y la cultura general”.

—¿Cómo te iniciaste en la actuación?

—Empecé a estudiar y a trabajar con poca diferencia de tiempo. Primero pasé por el Centro Cultural Ricardo Rojas, después estudié con Daniel Casablanca y casi a la par comencé a hacer teatro de varieté en el Abasto, en un lugar que se llamaba Limbo y, para mí, era una fiesta. Cada sábado armábamos una puesta en escena junto con muchos otros actores que también empezaban, aunque la mayoría de ellos poseía más experiencia que yo, pero con la energía de quien descubre lo que ama hacer. 

Tiempo después, estudié con Raquel Socolowitz y a partir de entonces siento que fue un fluir de experiencias. Este camino fue transitado con maestros, en diferentes seminarios más o menos intensivos, como los de Alejandro Catalán y Ricardo Bartís, que fue mi último gran maestro.

—¿Qué lenguaje actoral preferís?

—Me encantan los tres: teatro, cine y televisión. Cada espacio es un código completamente diferente, para el que se necesitan herramientas muy distintas y cada uno me sugiere un gran desafío.

Además, algo que me mantiene inquieta y con pilas son los proyectos pendientes. Tengo ganas de trabajar en lugares nuevos, quiero hacer teatro con intérpretes que admiro y que me gustan mucho, y también quiero dirigir cine. 

—¿Cómo es la relación construida con el público?

—Es muy buena. Me gusta el público que gusta de mí. La gente es muy cariñosa y respetuosa.  

—¿Qué te traés entre manos para este 2017?

—Está muy difícil. Era un año con muchos trabajos que por diferentes razones ya no existen, al menos para mí. Así que no tengo idea de qué es lo que irá a pasar, porque todo está en el aire. Hay películas esperando subsidios, series suspendidas, elencos que cambian por determinadas decisiones políticas. En fin, un mal momento para la ficción y para la cultura en general.

—Teniendo en cuenta este contexto que describís, ¿cuáles son las virtudes y las desventajas de la profesión?

—Lo mejor es el trabajo, la concentración, poder ser otras personas y repetir situaciones casi como un mantra. Lo peor es no tener trabajo. Esperar a que alguien te llame te pone vulnerable e insegura.

—¿Qué encantos son los que encontrás en el teatro?

—El teatro es una fuente de investigación constante donde es preciso utilizar todo tu cuerpo como canal de expresión para poder proyectar e inundar la sala entera con una historia.

—¿Y en el cine?

—El cine es una larga espera en la que no podés perder la concentración, y todo atenta contra eso. Es muy complicado que cuando digan acción finalmente se alineen todas las condiciones: sonido, silencio, foco, actuación, que no se vea el micrófono, que una nube no cambie la intensidad de la luz entre un plano y su contraplano. Es crucial la continuidad para poder dar en el blanco con el tono de la película entera y el recorrido de tu personaje. 

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