El abogado de La Plata que dejó todo para meditar en el Himalaya

No soy de aquí ni soy de allá

Un joven abogado de la ciudad decidió renunciar a su trabajo para viajar por el mundo. Ahora, recién llegado del Himalaya, cuenta la receta para “romper con lo establecido”

En 2014 Mauro Córdoba, un joven profesional que desde hacía 15 años vivía en La Plata, se sacó la corbata, pidió una licencia en el trabajo sin goce de sueldo y armó una mochila para salir de viaje. Desde ese entonces, el joven nacido en Bahía Blanca y egresado de la UNLP recorre el mundo conociendo nuevas culturas y descubriéndose a sí mismo. De paso por la ciudad, a la que arribó fugazmente para visitar a su familia y renunciar definitivamente a su empleo, contó detalles de su aventura.     

“Arrancar el viaje es terminar con una rutina laboral, con los aprendizajes formales y hábitos en los uno se va inmiscuyendo a lo largo de la vida. Romper con lo establecido. Es cortar con eso para conocer lugares nuevos que te abren a otras experiencias, nueva gente y distintos idiomas. Es enriquecerse desde otro lugar”, explicó Mauro a este medio.

En su odisea conoció el Himalaya, Italia, España, India, Tailandia y Nepal, entre otros países. Para poder costear el viaje, además de invertir sus ahorros, tocó tango con su guitarra en lugares emblemáticos como la Fontana di Trevi, de Roma, y el Park Güell, en Barcelona. También, en la ostentosa playa de Cerdeña, vendió ropa manufacturada de la India. 

En una búsqueda personal, tratando de encontrar la paz interior, tanto en la India como en Nepal realizó diferentes retiros de meditación “Vispassa”, una técnica budista que consta de diez días de absoluto silencio: “Fue una de las experiencias más fuertes de mi vida. Mantener la espalda recta en una misma postura 10 horas por día empieza a generar sensaciones en el cuerpo. De esta manera, se aprende a evitar reaccionar ante el dolor, lo cual es mucho, y a no aferrarse a los estados de placer. Estas experiencias hacen que uno entre en un estado de paz”, dijo.

En ese estado zen, al salir del retiro espiritual emprendió una caminata de tres semanas por el circuito de los Annapurna, en la cordillera montañosa del Himalaya. Tras 18 intensas jornadas de casi 20 kilómetros de trekking por día, llegó a acampar a 5.416 metros de altura: “Mientras caminaba solo pensaba en lo dichoso de poder estar ahí disfrutando de esos paisajes impresionantes. A esa altitud, las pulsaciones se aceleran porque aumenta la presión y uno tiene menos oxígeno. Cuesta mucho dormir por la noche. Sentís que te falta el aire, es una vivencia muy fuerte”. 

Ahora en La Plata, la única certeza que tiene es que en junio volverá a partir hacia tierras europeas. A esta altura, ya no sabe si el pasaje es de ida o de vuelta.

   

Noticias Relacionadas