Timoteo Griguol dejó un legado inigualable dentro y fuera de la cancha. Siempre le puso una cuota de alegría, y una vez por año organizaba la denominada fiesta del salame
Timoteo Griguol dejó un legado inigualable dentro y fuera de la cancha, con las famosas reglas de conducta y de educación para que los juveniles puedan jugar el fin de semana pero cumplir también con sus tareas; el cuaderno rojo para que todos los jugadores anoten los entrenamientos; que el plantel llegue a Estancia Chica y se lo encuentre cortando el pasto, o que en medio del entrenamiento se vaya a andar en bicicleta por el predio y de paso miraba cómo entrenaban las juveniles. También averiguaba cómo les estaba yendo en el colegio a los que veía con pasta de buen jugador.
Pero además, una vez que ganó confianza, siempre le puso una cuota de alegría, y una vez por año organizaba la denominada fiesta del salame, que como buen cordobés se encargó de defender y promover en aquellas tardes en Estancia Chica, cuando los jóvenes aprendían, los grandes mejoraban y las canchas se cuidaban con uno de los primeros tractores que mandó a comprar para que no hubiera excusas al momento de buscar resultados.
En total, en sus tres ciclos al frente del equipo (1994-1999; 1999-2000 y 2003-2004), el Viejo dirigió 268 partidos, de los cuales Gimnasia ganó 113, empató 76 y perdió 79. Además, en todos esos partidos, el equipo marcó 392 goles y le anotaron 342, alcanzando un total del 51,62 por ciento de eficacia como entrenador Tripero.
Fue el mismo que inmortalizó frases como la de la cancha de Ferro con el Yagui Fernández; o el mismo que defendió el juego limpio y las buenas conductas.
Todo Gimnasia sufre la partida de quien fue uno de los mejores exponentes que tuvo la institución, aún sin que haya nacido o crecido en La Plata.