Bajo una producción millonaria, la ficción de amor y venganza, interpretada por Arnaldo André y Jeannette Rodríguez, fue rodada entre Miami y la Argentina.
A principios de los años 90, Ligia Lezama escribió un guión de una novela que se titularía Amándote, producida por Ileana Fontana y cuya inversión majestuosa daría cuenta que las novelas de esa década marcaron un precedente.
Rodada entre Miami (Estados Unidos), ciertas islas del Caribe y la Argentina, la ficción mostraba la vida llena de lujos de una familia rica instalada en Buenos Aires.
El hijo mayor, cuyo nombre en la ficción era Martín Arana (interpretado por Arnaldo André), tenía todas las características atribuidas al galán: bronceado, ojos claros, cuerpo esbelto, y facilidades a la hora de seducir. A través de su profesión como piloto de avión, podía recorrer el mundo, estableciendo vínculos con diversas mujeres y luego regresar a su casa como si nada hubiera pasado.
Sin embargo, en Buenos Aires, la realidad del caballero cambiaba completamente debido a que tenía una prometida: Lissette Mistral (Lupita Ferrer). Ella se desempeñaba como editora en una revista de modas. Además estaban próximos a casarse.
En una de las tantas travesías, Arana descansa en un hotel ubicado en Miami y allí conoce a Carolina (Jeannette Rodríguez), una camarera muy atractiva, entregándose a vivir un tórrido y efímero romance. Al volver a su destino, él no puede olvidar lo sucedido, pero lo deja atrás para continuar con su vida tal como la conocía. Lo que no esperaba es que la moza no pudiera olvidarse de él, dejara todo y volara con destino a la Argentina para buscarlo. Además, ella querrá conocer sus orígenes, pero será rechazada por su papá biológico, que la acusará de ser una cazafortunas. De esta manera, la joven terminará junto a Sergio (el hermanastro de Martín), quien reconfortará su corazón.
La tira fue un éxito por el despliegue de escenografía, el contrato de figuras de primera línea y una historia que mostraba los lujos, las excentricidades y la parafernalia de una época que marcó a nuestro país como lo fueron los años 90.
Allí, el cambio de un dólar a un peso quebró las empresas del Estado, a la vez que la clase media accedió efímeramente a pequeños “mimos”, considerados impensados hasta ese momento.