Cultura

La leyenda de Sandro

Llegó a ser inmensamente popular en toda América y fue el primer artista latinoamericano en actuar en el Madison Square Garden de Nueva York, donde se lo consideraba el heredero natural de Elvis Presley.

Espectáculos

16/05/2021 - 00:00hs

En la escuela primaria “República de Brasil”, de Valentín Alsina, organizaron un festival. En una de las actuaciones, Roberto Sánchez debía parodiar a uno de los invitados de Blackie; Blackie hacía reportajes a figuras norteamericanas. Una de las figuras era Elvis Presley. Él tenía 12 años y ya cultivaba el arte de parodiar: imitaba a Elvis hasta en los menores detalles. Todo el mundo se reía mucho. Le perdió tempranamente el miedo a los escenarios, desde aquel 9 de julio de 1957 en el que actuó para el acto del Día de la Independencia, y la chica que le gustaba se le acercó para decirle que había estado muy bien. Pero en la tarde del festival ocurrió una catástrofe: se rompió el disco de pasta en el momento de empezar la imitación. El sonidista lo miró desolado; la maestra que oficiaba de presentadora le hacía señas desesperadas para que dejara el escenario. Pero Robertito se quedó, miró a ese monstruo de cientos de ojos que permanecía expectante, tomó el micrófono y comenzó a cantar a capella. El público bramó eufórico. Ese día nació “Sandro”.

Nacido el 19 de agosto de 1945, Roberto Sánchez afirmaba tener recuerdos desde el mes de vida: “Tengo aquí –se señalaba la frente- algo tan nítido como una fotografía: es el recuerdo de mis primeros días. Yo le he contado cosas con precisión y detalle a mi madre que ella ya había olvidado”. Fue hijo único, pero eso no le vino ni mal ni bien; porque en un barrio como Alsina, en los tiempos en que no había televisión ni celulares, estar en la cuadra era como estar en casa: “En esa casa que era mi cuadra ya no era hijo único y los hermanos me sobraban”.

De sus padres heredó una inmensa fortaleza y sentido de sacrificio. Su padre trabajaba en el frigorífico Wilson y por las tardes hacía repartos a domicilio. El primer trabajo de Roberto fue vender damajuanas de vino junto a él. Su madre le enseñó a querer y vivir en los libros; el año que nació su hijo se le diagnosticó una artritis deformante y bajo esas circunstancias lo crió.

En 1960, formó su primer grupo, Trío Azul; después uno de los integrantes abandonó el grupo y éste se convirtió en el dúo Los Caribes. Ambas experiencias, a pesar de ser efímeras, le permitieron consolidar una convicción: lanzar su carrera solista.

Hombre misterioso, de sensualidad barroca y personalidad apabullante, en 1964 debuta con Los de Fuego –varios de cuyos integrantes formarían después Alma y Vida- en el disco Presentando a Sandro, con dos canciones que pasarían a la historia: Hay mucha agitación y Las noches largas. Él se definía como un ser normal con posibilidades anormales: “Uno es ídolo por los demás, que se meten con uno. Al llegar a cualquier lugar con mi Sandro, me convierto en el lago, enseguida se expande la ola”.

Todos sus movimientos tenían una calidad felina y una naturalidad asombrosa, con sus piernas que parecían hechas de agua y una fluidez de movimientos que pasaban a voluntad de la lentitud a la rapidez. Cuando cantaba su rostro entraba en éxtasis, como contemplando algo de belleza inaudita o sintiendo en el costado el lanzazo de una ausencia repentina. El final siempre era el mismo: el público aplaudiéndolo enloquecidamente.

A comienzos de 2001, empezó a sufrir graves problemas físicos que lo llevaron a suspender presentaciones y a permanecer internado varias veces. Sin embargo,una asombrosa fortaleza lo mantuvo en los escenarios, incluso en sus últimos años.
El día fatídico para todos sus admiradores llegó el 4 de enero de 2010. Las reacciones de tristeza fueron multitudinarias, y el tumulto producido, tan grande como en uno de sus conciertos.

Dejó miles de viudas que lo amaron sin haberse podido nunca acercar a él. Mujeres que envejecieron adorándolo pero que por siempre serían “sus chicas”. Ese fue su destino: “Dios me dio a mí el regalo de esta vida. Nací para ser lo que soy. Si no cumpliera con esto sería como tirarle en la cara a Dios lo que él me regaló”.

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