Una década pasó del rescate con vida de los 33 mineros chilenos. Diario Hoy entrevistó en exclusiva
a Renán Ávalos,
el sobreviviente número 25
Soy se cumplen diez años de aquella frase que desde Chile, rápidamente, dio la vuelta al mundo. “Estamos bien en el refugio los 33”, fue el anticipo de un hecho que hasta los más crédulos consideraban imposible.
El 22 de agosto de 2010, 33 trabajadores de San Esteban Primera S.A, atrapados en la mina San José, desde el 5 de ese mes, se comunicaron con el exterior para decir que se encontraban con vida.
El 13 de octubre, tras permanecer dos meses a unos 720 metros bajo tierra, todos los mineros fueron rescatados a la vista de más de 1.000 millones de telespectadores. El hecho se convirtió en el mayor y más exitoso salvataje de la historia de la minería a nivel mundial.
“Saqué muchas cosas positivas de lo que me sucedió. Sobre todo, aprendí a valorarme más como persona y a estar más cerca de quienes me rodean. Siento que cambié para mejor”, contó el minero Renán Ávalos a diario Hoy.
El rescatado, de 39 años, fue el primero en aparecer en una pantalla desde la oscuridad del yacimiento y el número 25 en salir del mismo. La experiencia la compartió con otras 31 personas y su hermano, Florencio Ávalos, en aquel momento el segundo capataz del operativo de explotación.
Renán cultiva desde entonces un perfil bajo, y, a los tres meses del acontecimiento que conmocionó al planeta, volvió a trabajar en minería. Actualmente, se dedica a operaciones de explosivos.
“Yo nunca me he sentido un héroe. Para mí fue muy duro, pero la fortaleza que teníamos hizo que lográramos resistir tantos días hasta que nos sacaron. Yo salí de ahí y seguí siendo la misma persona, humilde. Hago lo que hacía siempre, pero con otro punto de vista, con una visión mejor de la vida”, confesó el minero.
Desde Salamanca, la ciudad ubicada al sureste de la Región de Coquimbo, el chileno admitió a este medio que estaba convencido de que nunca los rescatarían. “Cuando nos encontraron, me alegré, pero más allá de sentir emoción, tenía como un sentimiento de resignación, porque creía que moriría allí”.
El calor, la falta de oxígeno y la oscuridad fueron protagonistas de la escena que se vivió en las profundidades de la mina San José. Sin embargo, Renán recordó lo que a él le resultó más difícil de sobrellevar: “Lo peor fue no tener qué comer o no tener agua limpia para tomar”.
Una chimenea sin escaleras de emergencia, una única vía de entrada y salida, y una grieta entre las rocas, fueron solo una parte de la desidia de los empresarios, más interesados en la materia prima que en sus trabajadores.
Por eso, en un nuevo aniversario de una fecha clave en la historia de los mineros chilenos, Renán reflexionó y expresó: “A las compañías mineras les diría que se sigan preocupando por sus empleados para que no haya más accidentes. No quisiera que alguien tuviera que pasar por lo que yo pasé como persona. Tampoco que tuvieran que atravesarlo como familia, porque me pongo en los pantalones de mi papá y comprendo cómo estaría cuando no sabía si sus hijos iban a salir de allí con vida”.