Salvador Allende, un hombre que murió defendiendo la democracia
Fue un presidente democrático que quiso construir en Chile una sociedad inclusiva, libre y pluralista. Murió por ese sueño un día como hoy, hace 49 años.
culturaEl autor mendocino, cuya obra mereció reconocimiento mundial y fue llevada al cine por Lucrecia Martel y Fernando Spiner, estuvo preso en nuestra ciudad durante la última Dictadura.
12/09/2022 - 00:00hs
El escritor ruso Vladimir Nabokov comparó el trabajo del escritor con el de la Naturaleza. Y dijo que la Naturaleza tiene un maravilloso sistema de engaños y sortilegios y que el escritor lo reproduce como un gran embaucador. En la medida en que empezó a publicar sus relatos fantásticos, Antonio Di Benedetto se construyó a sí mismo como el arquetipo argentino de Nabokov y solía repetir una frase de Borges para reafirmarlo: “El autor escribe sobre lo que descree para hacer que lo crea el lector”.
Nacido en Mendoza en 1922, estudió Derecho antes de convertirse en periodista. Ejerció ese oficio durante 43 años; sostenía que el periodismo le da al escritor una agilidad expresiva y una capacidad de síntesis que lo hace diestro en distinguir lo principal de lo secundario. Trabajó como enviado especial en varios festivales de cine; entre ellos, en Cannes, cuando se estrenó La dolce vita. En esa oportunidad, Di Benedetto -cuya sonrisa, a veces, era la de un niño- se fotografió con ella.
Alguna vez confesó que su método de trabajo consistía en pensar un párrafo, descomponerlo en frases y, luego, repetirlas en voz alta para percibir la cadencia que les había impuesto y corregirlas para que tengan una adecuada sonoridad: “A veces trato de establecer una prolongada melodía. Como la melodía central de la composición armónica […] Me esmero para que las frases y las oraciones tengan una construcción armónica”.
Cuando le preguntaron por qué escribía cuentos sin seres humanos, no vaciló en su respuesta: “Porque me atropelló un desafío con Sábato”. El autor de Sobre héroes y tumbas arribó a Mendoza, y Di Benedetto con sus amigos lo rodearon para escuchar sus lecciones sobre diversos temas literarios. Incluso, lo invitaron a nadar en un zanjón para aprender cosas sobre la naturaleza. Cuando Sábato concluía su estancia en la provincia, dio una conferencia sobre Madame Bovary de Flaubert, y en un pasaje dijo que en toda novela no puede faltar el ser humano con sus sentimientos y su conducta. Di Benedetto se quedó un instante quieto, pero no se animó a replicar. Se le dibujó una contradicción en la mente: vio un cielo abierto que descargaba una cantidad de granizo. Algunas de las piedras rompían una ventana, golpeaban en su paso un vaso de agua. El vaso se iba sobre una carta escrita y el agua desflecaba la letra. La acción se completa sin que participe el ser humano. Fue por el cielo y el agua, elementos de la Naturaleza. Al poco tiempo, Di Benedetto escribió el cuento “El abandono y la pasividad”, pero como Sábato ya había partido a Buenos Aires se lo mandó por correo, advirtiéndole: “Mire, Sábato, una novela sin seres humanos no se puede hacer porque requiere más acción, la concurrencia de más episodios y la conflagración de los mismos, pero un cuento sí se puede”.
A pesar de haber obtenido numerosos premios y distinciones internacionales -el gobierno italiano lo condecoró como caballero de la Orden de mérito y recibió la beca Guggenheim-, pocas horas después del 24 de marzo de 1976 fue detenido por la Dictadura y sometido, durante un año y medio, a cárcel y torturas. Fue uno de los primeros detenidos por los militares en la ciudad de Mendoza. Primero estuvo detenido en la Penitenciaría local, el 27 de septiembre de 1976 lo trasladaron a la Unidad 9 de nuestra ciudad. Fue identificado con una cinta azul. Los que poseían esa marca eran los golpeados con mayor fiereza. A la primera golpiza le rompieron los anteojos; pasó miope todos los años de encierro. Sufrió varios simulacros de fusilamiento.
A partir de entonces, para Antonio Di Benedetto la literatura devino en fuga de la realidad: “A mí la realidad siempre me maltrata, me ha dado una vida bastante dura, atormentada”. Consciente de que no se puede convocar a la irrealidad para que gobierne nuestra vida cotidiana, sí puede buscársela como consuelo en los sueños. Y la única forma de alcanzar la realidad que halló Di Benedetto fue mediante la literatura, donde uno podía llegar hasta el cuello en su ahogo, pero no morirse.
Un hombre en búsqueda de soledad
En política, tuvo una muy breve participación en el Partido Socialista de Alfredo Palacios. Por entonces, estaba profundamente convencido de que tantos milenios de trampas y miserias cambiarían si se daba una fuerte conciencia moral. Sin embargo, fue un hombre que siempre buscó la soledad.
Su etapa en prisión la describió como uno de los encierros más transitados de su vida: “Estaba visitado de noche por los sueños -en realidad, por las pesadillas, porque allá no era posible soñar diáfanamente-”.