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Salvador Allende, un hombre que murió defendiendo la democracia

Fue un presidente democrático que quiso construir en Chile una sociedad inclusiva, libre y pluralista. Murió por ese sueño un día como hoy, hace 49 años.

El 4 de septiembre de 1970, el médico socialista Salvador Allende fue elegido presidente de Chile, después de tres derrotas electorales.

En el primer año de gobierno nacionalizó 47 empresas e inició la estatización del sistema financiero. Se hizo una reforma agraria que incorporó a la propiedad social 2.400.000 hectáreas de tierras activas. Su gobierno, enmarcado en la poderosa coalición de izquierda reunida bajo el nombre Unidad Popular, recuperó para Chile la explotación del cobre, que hasta entonces estaba en manos norteamericanas.

Estados Unidos respondió como siempre lo hace cuando un país decide rechazar su injerencia y defender sus propios intereses: decretó un bloqueo económico contra Chile e incentivó material e ideológicamente el sabotaje interno. Material desclasificado ha permitido comprobar fehacientemente que el paro patronal, realizado bajo el gobierno de Allende en octubre de 1972, fue financiado por la Agencia Central de Inteligencia (CIA).

Pablo Neruda dijo: “La CIA inundó de dólares el país para apoyar el paro patronal y esa divisa bajó en bolsa negra”. La prensa hegemónica anunciaba falsamente el faltante de ciertos productos que estaban en las góndolas, y esa profecía se terminaba autocumpliendo provocando la carestía. Una semana antes del golpe se había acabado el aceite, la leche y el pan.

Pese a los insidiosos ataques externos e internos, Salvador Allende se mantuvo aferrado a la legalidad. Gabriel García Márquez escribió: “La contradicción más dramática de su vida fue ser al mismo tiempo enemigo congénito de la violencia y revolucionario apasionado, y él creía haberla resuelto con la hipótesis de que las condiciones de Chile permitían una evolución pacífica hacia el socialismo dentro de la legalidad burguesa. La experiencia le enseñó demasiado tarde que no se puede cambiar un sistema desde el gobierno sino desde el poder”. Pero con la intervención permanente del gobierno de Nixon y luego de una crisis social y económica, se produjo el golpe con participación de las tres partes de Fuerzas Armadas y Carabineros.

Salvador Allende resistió hasta la muerte en los escombros en llamas del Palacio de La Moneda. Resistió durante seis horas con una ametralladora que le había regalado Fidel Castro y que fue la primera arma de fuego que el mandatario empuñó. Algunas versiones hablan de suicidio, otras cuentan que Allende murió de un tiro de gracia dado por los militares. Está comprobado que ellos, en un rito de casta, dispararon sobre el cuerpo caído del Presidente y que un suboficial le destrozó la cara con la culata del fusil. Estaba tan desfigurado que a su esposa, Hortensia Allende, le mostraron el cuerpo pero no permitieron que le descubriera la cara.

Había cumplido 64 años en julio anterior. A esa última fiesta de cumpleaños concurrió un platense, Gurí Jáuregui. Era integrante del Quinteto Tiempo y había sido invitado a participar en un Festival de Música a favor del gobierno de la Unidad Popular. El propio presidentehabía decidido llevarlos a su casa particular, para festejar su natalicio en compañía de ellos, Alfredo Zitarrosa e Inti Illimani, además de algunos de sus ministros.

En su último discurso, dado el 11 de septiembre de 1973, se dejaba ver la decepción por la traición que los soldados chilenos habían hecho a su juramento. Dijo entonces a los trabajadores de su patria por radio Magallanes: “¡Yo no voy a renunciar! Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo. Y les digo que tengo la certeza de que la semilla que hemos entregado a la conciencia digna de miles y miles de chilenos, no podrá ser segada definitivamente. Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos”.

García Márquez, quien llegó a conocer profundamente al presidente chileno, atestiguó: “El drama ocurrió en Chile, para mal de los chilenos, pero ha de pasar a la historia como algo que nos sucedió sin remedio a todos los hombres de este tiempo y que se quedó en nuestras vidas para siempre”. Lamentablemente, luego Augusto Pinochet encabezó una dictadura de 16 años.

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