cultura
La amante de Napoleón Bonaparte
María Walezska fue una mujer casada polaca que enamoró perdidamente a uno de los hombres más poderosos de la historia.
El mismísimo Napoleón Bonaparte reconoció en diversas ocasiones que jamás había conocido a mujer más bella. Se trataba de una aristócrata polaca con la que protagonizaría uno de los grandes romances del siglo XIX. Casada con un hombre mucho mayor que ella, con el único objeto de satisfacer las exigencias de su familia, la joven cayó sin embargo rendida a los encantos del estadista francés, al que incluso llegaría a dar un hijo.
Nacida el 7 de diciembre de 1786 en Kiernozia, una localidad del centro de Polonia, Maria fue una de las seis hermanas fruto del matrimonio de los Leszczynska. Era una familia de escasos medios económicos pero que contaba con un largo pedigrí aristocrático. Cuando María tenía siete años su padre, Matías, murió en el campo de batalla, durante la guerra que enfrentó a Polonia con Prusia. Con 14 años, fue enviada a una escuela de monjas en Varsovia, y sería precisamente en uno de los momentos de recreo en el patio del colegio cuando el conde Atanasio Colonna-Walewski se fijaría en María. El noble polaco quedó fascinado por la cascada rubia que caía sobre los hombros de María y, en especial, por sus profundos ojos azules. Pronto el Conde se puso en contacto con la madre de María, para confesarle su intención de contraer matrimonio con su hija. Pese a la diferencia de edad- -la novia tenía en el momento de la boda dieciséis años, mientras que el novio sesenta y seis-, medio siglo de diferencia que no fue impedimento para las nupcias.
El matrimonio de María discurrió, al menos en los primeros momentos, mejor de lo que se podría esperar. La joven esposa, que había sido educada en el amor al arte, tenía libertad suficiente para disfrutar de la vida cultural de Varsovia, mientras que su marido no dejaba de agasajarla con regalos. Como coronación de esa amable vida conyugal, en 1805 María dio a luz al que sería el único hijo del matrimonio, Antonio Basilio Rodolfo. Sin embargo la vida de María estaba a punto de dar un giro radical.
En 1806 el ejército francés entró en Polonia para liberar a este país de la ocupación prusiana. Sería precisamente durante esta operación militar, cuando María conocería a Napoleón, concretamente en la Nochevieja de aquel año. El pueblo polaco se agolpa en las calles para saludar al Emperador francés que pasea por las calles de Varsovia en coche de caballos. María, emocionada, se acerca al coche y pide ser presentada al libertador de Polonia, al hombre que pretendía derrotar a los enemigos de la nación polaca. Según el relato histórico, María le expresó su admiración más profunda. Napoleón, por su parte, se quitó el sombrero y la observó detenidamente. Acto seguido le ofreció un ramo de flores y le dijo: “Gracias por sus palabras, señora. Espero que podamos coincidir en el futuro en Varsovia”.
En los días siguientes, María recibió decenas de misivas de Napoleón. Finalmente accedió a encontrarse a solas con él, pero la cita terminó en desastre. Napoleón no soportaba la renuencia de María y acabó sufriendo un ataque de ira. María, aterrada, se desmayó y cuando despertó, se descubrió en la cama de Napoleón. Éste se disculpó por su comportamiento y desde ese momento María comenzó a apreciar las atenciones del francés. Era el inicio de una historia de amor. Sin embargo, el idílico romance en tierras polacas se vio interrumpido cuando la mujer de Napoleón, la emperatriz Josefina (1763-1814), fue informada del affaire de su marido. Inmediatamente le envió una carta en la que le propuso a su marido reunirse en Varsovia. Napoleón, se negó, aduciendo que el clima en la capital polaca era demasiado frío para ella.
María, ya profundamente enamorada del Emperador francés, quedó embarazada. Napoleón decidió llevar a su amante a París, donde la gestación sería vigilada por los mejores galenos. Pero un aborto natural, les robó esa felicidad que podría haber dado un giro a la historia. Con el objeto de superar la tristeza, María acompañó a Napoleón en su campaña en Austria. Será en Viena donde la pareja viva los últimos estertores de ese romance tan clandestino como incandescente.