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El boxeador que inspiró a Rocky

La saga de películas cuyo protagónico fue encarnado por Sylvester Stallone se basó en la desconocida vida de un púgil norteamericano de vida azarosa.

Rocky se estrenó el 21 de noviembre de 1976 en Nueva York, y una semana después ya estaba girando en todos los cines del mundo. El impacto había sido inmediato: las reacciones de quienes vieron a un hombre declinante, apagado, solitario, nacían de lo más hondo de un cierto tipo humano muy común y, precisamente por eso, universal, el que ama las catástrofes, a los héroes en el ostracismo, a los ídolos caídos. El 28 de marzo de 1977, la película que contaba la historia de Rocky Balboa obtuvo tres premios Óscar: mejor película, dirección y montaje. Escrita, dirigida y protagonizada por Sylvester Stallone, tal vez haya ganado su mejor pelea debajo del ring: una historia en la que muchos se vieron reflejados.

Las circunstancias de la creación cinematográfica de Stallone están a la altura de su leyenda. Chuck Wepner, al igual que Balboa, era un héroe local, pero un desconocido en los grandes cuadriláteros, y complementaba el boxeo con un empleo rentado. Se había criado en un complejo de viviendas municipales de Bayonne, en el estado de Nueva Jersey, frente a la zona portuaria de la Gran Manzana. Curtido a base de peleas callejeras, formó parte de varias pandillas, aunque nunca desistió de seguir los consejos de su padre, Charlie Wepner, también boxeador, quien le decía que toda esa violencia tenía que descargarla exclusivamente en el ring. Los avatares de una vida adversa lo volvieron cada vez más fuerte, y después de ganar el torneo Golden Gloves de Nueva York, debutó como profesional a sus 25 años.

A pesar de que el hombre que sirvió como inspiración para construir a Rocky Balboa tuvo un récord de peleas desconocido en 1975, su vida dio un vuelco inesperado: la posibilidad de enfrentarse al mejor boxeador de todos los tiempos, Muhammad Ali. A 50 días de cumplir 36 años, se enteró a través de la contratapa de la edición vespertina del Jersey Journal que Cassius Clay, quien tres meses antes había recuperado el cinturón de campeón de la Asociación Mundial de Boxeo al noquear a George Foreman en Kinshasa, le otorgaría la única chance de convertirse en el rey de los pesos pesados.

“Voy a ganar esta pelea recostado en las cuerdas. Él va a lanzar golpes hasta más no poder, se va a cansar y después voy a pegarle en el estómago, en el pecho, pero ni un golpe en la cara. No quiero excusas de cortes”, advirtió el campeón mundial durante la conferencia de prensa previa al combate, en el Plaza Hotel de Nueva York. Por su parte, tras haber sido sometido a una operación para evitar la reapertura de viejas heridas en su rostro, el ignoto Wepner, con su modestísimo récord de victorias a cuestas, declaró: “Estoy contento porque los pronósticos serán altamente desfavorables y pienso apostar por mí”.

Un combate memorable

El duelo se llevó a cabo ante más de 15.000 espectadores en el Richfield Coliseum de Ohio, inaugurado pocos meses antes. Ali dominó los primeros ocho asaltos a voluntad, aunque no lo suficiente como para barrer a un adversario técnicamente muy inferior y que en el séptimo round había sufrido un corte en el arco superciliar izquierdo. Pero en el noveno ocurrió lo impensado: con un derechazo en las costillas y la ayuda de un discreto pisotón, Wepner se convirtió en el cuarto hombre en derribar a Ali.

Sin embargo, Ali se levantó y despertó. Desde entonces descargó un arsenal de golpes sobre su adversario, que estoicamente soportó la paliza de pie. En el último round, finalmente, Wepner se desmoronó ante esa lluvia de puñetazos que no se detuvo un instante. El árbitro Tony Pérez detuvo la contienda a solo 19 segundos de la campana final. “No hay otro ser humano en el mundo que pueda dar 15 asaltos así”, dijo Ali sobre su rival.

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