Buscan revitalizar la industria de vinos bonaerenses

Un grupo de investigadores analiza los nuevos emprendimientos de una industria que fue pujante en los comienzos del siglo XX. Para reinsertarlos en la mesa familiar, indagan los secretos de su sabor

A través de un proyecto de investigación, un grupo de científicos busca analizar, por primera vez, las comunidades de microorganismos presentes en suelo, mostos y vinos, en viñedos y bodegas ubicados en el sudoeste de la 

Provincia de Buenos Aires, como paso inicial para su caracterización. Según advierten, ante un mercado altamente competitivo, la identidad regional del producto es una de las claves para atraer a futuros consumidores.

“Conocer los signos de identidad de los vinos de una región a través del análisis exhaustivo de las comunidades microbianas que habitan el viñedo y la bodega, posibilitará guiar no solo las prácticas agrícolas para la mejora de las vides, sino también la toma de decisiones de los enólogos sobre el tipo de elaboración más acertada en cada caso”, explicó la investigadora Liliana Semorile, referente del proyecto impulsado y financiado por la Comisión de Investigaciones Científicas (CIC), dependiente del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación bonaerense.

Con ese fin se unieron grupos de investigación de dos Universidades Nacionales de la Provincia: el grupo dirigido por Semorile, de la Universidad de Quilmes, y el de los investigadores platenses, Graciela Garrote y Mariano Pistori, de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad Nacional de La Plata.

“La elaboración de vino es un proceso complejo que está influenciado por el terroir vitícola, que significa algo más que el suelo donde se cultivan las vides y se caracteriza por la asociación clima-suelo-planta a la que se suman el manejo agronómico del viñedo y las prácticas enológicas de la bodega”, señaló Semorile. El terroir es la suma de factores físicos, biológicos, de prácticas agrícolas en el viñedo (poda, cantidad de racimos, riego, abono del suelo, momento de la cosecha), y de prácticas enológicas en la bodega que, en conjunto, determinarán la calidad y personalidad del vino.

Con la investigación, la caracterización de los vinos producidos en el sudoeste bonaerense se realizará mediante una perspectiva experimental: primero se identificarán las poblaciones de microorganismos asociados a suelos, mostos y vinos, analizando la información contenida en el material genético a través de técnicas de secuenciación de alto rendimiento y herramientas bioinformáticas. Luego, aplicando lo que se denomina un enfoque metabolómico, se podrá avanzar en el análisis global de las microbiotas asociadas a los vinos bonaerenses, evaluando los distintos procesos metabólicos que levaduras y bacterias están llevando a cabo en la recolección de las muestras y que serán responsables del complejo conjunto de aromas y sabores de los vinos producidos.

La producción local había sido prohibida por ley

Aunque hoy no se conoce, la vitivinicultura en la Provincia de Buenos Aires fue una actividad muy importante en las primeras décadas del siglo pasado: en 1922 la superficie cultivada era de más de 4.000 hectáreas. Por razones de orden económico y político, en 1934 se sancionó una ley que prohibía la producción de vinos bonaerenses con el objetivo de potenciar otras regiones del país. Esto llevó a que en 1986 cerrara la última bodega en actividad, hasta que en 1997, año en que se pone fin a la ley, lentamente comenzaron a resurgir nuevos emprendimientos. Luego de más de 60 años de proscripción, hoy las bodegas de la Provincia buscan su lugar en el mercado.

En este sentido, Semorile afirmó que “Buenos Aires no es una nueva provincia vitivinícola sino que está recuperando una forma de producción que en el pasado constituyó una de sus pujantes agroindustrias que, de haber podido continuar en desarrollo, la habría posicionado entre las principales regiones productoras de vino en la Argentina”.

La recuperación de ese posicionamiento, desde principios de esta década, se está logrando a través de emprendimientos innovadores que actualmente cuentan con unos 45 viñedos que suman 122 hectáreas cultivadas, según señaló la experta.

Sin embargo, estos emprendimientos se enfrentan a una enorme competencia internacional y a un mercado nacional con sobreoferta, lo que hace necesario diferenciar los vinos producidos, señalando su identidad regional, una de las claves para atraer al consumidor. Para este proyecto, los investigadores se encuentran realizando trabajos de campo en bodegas de Médanos y Saldungaray.

Berisso: una iniciativa que suma adeptos

Agrupados en una cooperativa, diez productores de Berisso realizan lo que han denominado el Vino de la Costa, una bebida que ha logrado una importante expansión en el último tiempo.

“Es un vino aromatizado, que siempre recordará a la parra, que le aporta identidad. Según los enólogos, por su relación con el precio, es un producto de excelente calidad. La botella ronda entre los 50 y 60 pesos”, dijo a este diario Carlos Carrizo, secretario de Hacienda y Producción local. 

Tras épocas de auge y otras de declive, hoy la actividad se encuentra en un momento de recuperación. Para que esto sucediera resultaron fundamentales las contribuciones realizadas por la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNLP, que aportó profesionales abocados al estudio del sistema de producción de la vid, fortaleciendo el asesoramiento y la capacitación en la elaboración primaria de los distintos productos. También las Facultades de Ciencias Exactas y Ciencias Económicas colaboran en el desarrollo de la marca.

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