Cómo evitar las enfermedades después de los 40 años

Llevar una alimentación con frutas, verduras y cereales, aparte de disminuir el consumo de fósforo, puede ser la clave para evitar enfermedades prostáticas. Cuáles son los síntomas que pueden aparecer.

A algunos hombres que su­frían los síntomas urinarios de HPB (Hiperplasia Prostática Benigna) se los diagnosticaba con prostatismo. Ahora, según Edgardo Becher, director del Centro de Urología (CDU) y profesor en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, “como estos síntomas pueden ser causados por otras patologías además de la HPB, hoy en día se los llama Síntomas del Tracto Urinario Inferior (STUI, o LUTS en inglés)”, explicó el urólogo.

El especialista también dijo que la prostatitis, la enfermedad del cuello vesical, la vejiga hiperactiva, la estrechez uretral, el cáncer de próstata localmente avanzado y el cáncer de vejiga y los cálculos en ese mismo órgano, entre otros cuadros, también pueden provocar síntomas urinarios en los varones.

La Hiperplasia Prostática Benig­na, según diferentes investigaciones, la presentan cuatro de cada diez hombres a partir de los 40 años y aumenta hasta alcanzar a entre ocho y nueve de cada diez a los 80.

La HPB

La HPB son cambios estructurales a nivel de la próstata asociados al envejecimiento. Esa glándula masculina se encuentra debajo de la vejiga y rodea la uretra. En los jóvenes es como una nuez, pero se va agrandando con la edad; esto comprime la uretra, y puede obstruir el flujo de orina y, al no poder vaciar por completo la vejiga al ir al baño, tienen mayor propensión a desarrollar infecciones o cálculos. De todos modos, la presencia de HPB en ausencia de síntomas obstructivos, e incluso casos de varones con obstrucción del tracto de salida vesical que tampoco manifiestan problemas urinarios, también es común.

Cómo darse cuenta

“Los síntomas más frecuentes son la disminución de la fuerza del chorro miccional, el aumento de la frecuencia urinaria, la necesidad urgente de orinar, la necesidad de levantarse para orinar durante el sueño y la sensación de un vaciado incompleto de la vejiga”, dijo Becher.

También hay casos más complejos que presentan otros síntomas un tanto más graves, como pueden ser la incontinencia urinaria o, incluso, totalmente al revés, la retención absoluta de la orina, que puede generar un deterioro en el músculo de la vejiga, alterar la función de los riñones y llevar a la insuficiencia renal.

La hematuria (orinar con ­sangre) es otra de las complicaciones que pueden aparecer asociadas a enfermedades que afectan la ­próstata.

El contraataque: la dieta estricta

Para Eduardo Ferraresi, médico clínico especializado en Nutrición a quien consultó diario Hoy, “está claro que, al sentir alguno de los síntomas como ir baño y no poder hacer o levantarse muchas veces en la noche, lo ideal es consultar a un médico, realizar los estudios pertinentes y saber a ciencia cierta cuál es problema que acarreamos. Pero mucho antes de tener este problema, podemos ayudar, y mucho, a no tenerlo o al menos no en la magnitud que se puede llegar a dar una afección prostática, con todo el peligro que ella conlleva. Básicamente, con una buena dieta y sobre todo una estricta dieta, se puede evitar un cáncer”, dijo el doctor, que rápidamente explicó, de todos modos, que llevar una buena ­alimentación no garantiza no tener cáncer, pero ayuda no solo al ­aparato digestivo, sino al cuerpo en general.

“No existen maniobras preventivas, pero el diagnóstico precoz ayuda a recibir el tratamiento en forma temprana y reducir la necesidad quirúrgica y el riesgo de complicaciones”, señaló por su parte Becher, quien agregó que “algunos pueden beneficiarse con cambios alimenticios como la redistribución de la ingesta de líquidos, la reducción o eliminación de alcohol, bebidas con cafeína y picantes”.

Una buena dieta debería contener verduras como el brócoli, el repollo y la coliflor, y muchos ­vegetales ricos en omega-3; alimentos ricos en vitamina E (aceites vegetales, frutos secos y semillas, germen de trigo y granos enteros); alimentos con fibra como los ­cereales integrales; o con licopeno, como el tomate, el pomelo rosado y la sandía (las frutas son ­importantísimas).

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