Salud y belleza
Cuando el calor nos juega una mala pasada
Dra. Julieta Spada, médica especialista en Dermatología y Estética
MIN 117451 - MP 332671
Especial para Hoy
Llega el verano y con las temperaturas elevadas es más frecuente observar camisas empapadas en la región axilar, notar que determinadas sandalias resbalan luego de pocos minutos de utilizarlas o que nos den la mano y esté mojada.
En algunos casos, esa sudoración abundante puede tratarse de hiperhidrosis, una enfermedad de las glándulas sudoríparas ecrinas caracterizada por el exceso de transpiración. Dichas glándulas están diseñadas fisiológicamente para refrigerar mediante la evaporación cuando la temperatura del cuerpo se eleva.
Quienes padecen esta afección pueden transpirar hasta cinco veces más de lo normal. Esta es una patología independiente de los estímulos emocionales y puede obedecer a causas primarias o secundarias: trastornos tiroideos, diabetes, menopausia, tumores, infecciones, etc. Afecta al 3% de la población y a ambos sexos por igual. Puede darse en axilas, palmas, plantas, rostro y cuero cabelludo.
Es importante distinguirla de la bromhidrosis, otra patología de las glándulas apocrinas que consiste en sudoración con mal olor debida a una colonización bacteriana local. Esto tiene relevancia en el tratamiento.
Se considera que la hiperhidrosis se debe a alteraciones en una parte del sistema nervioso autónomo, denominado sistema simpático. Estas desregulaciones generan que la persona transpire en exceso, más allá de la temperatura ambiental o las condiciones emocionales, perjudicando claramente su calidad de vida.
Como primera medida, los dermatólogos evaluamos el caso y vemos si se trata de una hiperhidrosis o una bromhidrosis. En el caso de la primera, indagamos si es primaria o hay patologías que la estén provocando. Si se trata de la segunda, indicamos antibióticos tópicos asociados a sales de aluminio.
Una vez descartadas las patologías que la pudieran generar, se indican tratamientos tópicos con hidróxido de aluminio, que se vende en spray y a bolilla, según el área del cuerpo afectada. Si a pesar de esto no se da con una solución, lo que mejora mucho la calidad de vida de los pacientes y hace que se olviden del tema por unos cuantos meses es la aplicación de toxina botulínica. Esta se inyecta en la zona afectada, tras la colocación de anestesia tópica. La toxina paraliza el músculo asociado a la glándula que se contrae para que la sudoración salga al exterior. Otra alternativa poco invasiva y efectiva es la radiofrecuencia fraccional con microagujas que a través del calor quema a nivel profundo las glándulas sudoríparas alteradas.
Existen otros tratamientos como medicación por vía oral, no exentos de efectos adversos como cefaleas, sequedad bucal y ocular, y arritmias. Además, están contraindicados para determinadas enfermedades. Otra opción no tan utilizada es la iontoforesis, que mediante descargas eléctricas coagula proteínas de la piel y obstruye los conductos sudoríparos.
Como última medida, la “simpatectomía” es un procedimiento quirúrgico mediante el cual se cortan ganglios de la cadena simpática, aunque no está exenta de complicaciones y efectos adversos.
Lo importante es reconocer el trastorno, no avergonzarse y consultar, porque es posible tratarlo.
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