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Cuando la necesidad le ganó al miedo: en plena pandemia abrió un comedor comunitario en su casa

Una vecina de Los Hornos cocina para más de 70 familias, incluso, cuando se termina la garrafa. Una historia de resiliencia y solidaridad en tiempos de coronavirus.

Sheila perdió el trabajo al inicio de la pandemia: el almacén en el que trabajaba empezó a ir a pérdida y la situación se hizo insostenible. Más todavía cuando una muerte cercana golpeó a su familia. Sin embargo, con esa dura realidad a cuestas, caminando por las calles de su barrio comprendió que había otros todavía más de-safortunados. Entonces decidió que haría un comedor comunitario en el living de su casa.

“Vengo de una familia que, siempre que podía, ayudaba. Vi cómo estaba el barrio y decidí empezar a pesar de la pandemia”, contó a diario Hoy Sheila, que actualmente recibe en su casa de Los Hornos, en 74 entre 153 y 153 bis, a más de 70 familias que se acercan para pedir un plato de comida.

“Empecé sola, con la mercadería que tenía. Después me empezó a donar mercadería la escuela; también se fueron sumando mi tía, mi prima, mi viejo y mis hermanos. Cocino y hago las meriendas en mi casa: uso mi cocina, mi garrafa o mi patio cuando tengo que cocinar al fuego, porque hay veces que no ten­go para la garrafa”, relató.

El proyecto creció y Sheila fue sumando manos: hoy la ayudan tres amigas a hacer fideos con tuco, pasta frola, tortas, roscas, tortas fritas y hasta viandas con pollo y pescado. Porque desde que empezó, las voluntades se fueron multiplicando: “Una pollajería de la ciudad nos ayuda, colabora con alitas, pata y muslo, milanesas; una amiga tiene pescadería y a veces nos da merluza. Y también nos están ayudando tres panaderías”, contó entusiasmada, y explicó que preparar una merienda demanda unas 3 o 4 horas de trabajo, y todo lo que preparan toma forma de vianda para que la gente se lo lleve.

El miedo, la vacuna y las ganas de ayudar

La vecina de Los Hornos que abrió su casa en plena pandemia reveló a diario Hoy que en ese momento las ganas de ayudar fueron mayores que el miedo: “Cuando recién arrancó la pandemia me agarró mucho miedo. Pero a la vez vi todo lo que estaba pasando alrededor. De cualquier modo yo siempre me cuidé, tengo hijos y un papá que es mayor, y durante mucho tiem­po dejé de verlo para cuidarlo”, aseguró.

“Hace una semana me dieron la primera dosis de la vacuna. Ese día fue viernes y a la madrugada arranqué con fiebre, pero el sábado me levanté y empecé a hacer fuego para cocinar para la gente. Mis amigas me decían que estaba loca”, confesó, y agregó: “Hay una familia que viene con ocho chicos. A la mamá la cruzo todas las mañanas a las 6.00 juntando latitas en la calle; cuando tengo mercadería la llamo y le digo que venga o se la llevo a la casa. Hace poco pude conseguir zapatillas para los nenes porque hacía un frío bárbaro y ellos andaban descalzos. Nenes de un año.
Me da una cosa ver esto, porque siempre alguna vez a uno le faltó, no nací en cuna de oro, tuve una familia que la sufrió y la peleó mucho; entonces, yo pasé algo de todo esto. Hoy en día, incluso, no estoy económicamente de diez, pero a mí y a mi marido no nos falta nada”.

Aunque la iniciativa de Sheila no tiene formalmente un nombre, a ella le gusta pensar que tiene un lema: “Ayudanos a ayudar”. Así fue que creó una página de Facebook desde donde recibe donaciones, alimentos, vestimenta y calzado, entre otras cosas.

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