Día del Maestro: “Encontrarnos después de la pandemia fue una fiesta”

Como cada 11 de septiembre, la comunidad educativa tiene su jornada de reconocimiento. “En este día, recibimos de una manera especial el cariño de los chicos”, dijo Celeste Carli, directora de la Anexa .

Si bien comenzó a celebrarse oficialmente en 1945, la historia se remonta hasta la propia fundación argentina. El 11 de septiembre señala la fecha de la muerte de Domingo Faustino Sarmiento, pero todos sabemos que es una forma de celebrar su trabajo como educador en la conformación de nuestro país. Así, cada Día del Maestro, los niños de todo el territorio ofrecen su cariño y los educadores cruzan el país con un abrazo colectivo.

“Es un día de alegría y de celebración”, dijo Celeste Carli, maestra de educación primaria y actual directora de la Escuela Graduada Joaquín V. González. “Recibimos de una manera especial el cariño de los chicos con sus dibujitos, con sus abrazos, con algún regalito que hicieron en casa, con los carteles, con los pizarrones escritos con hermosos mensajes. También es un día que yo y muchas de mis compañeras vivimos con cierta nostalgia y con recuerdos, porque nos lleva a mirar hacia atrás. Nos lleva a recordar a quienes nos acompañaron cuando dimos los primeros pasos y a buscar aquellos motivos que nos llevaron a elegir esta tarea: el oficio de enseñar”, contó.

En ese sentido, la vocación de los maestros parece trascender los límites de cada individuo y transformarse en una red: un trabajo colectivo y en constante cambio desde la sanción de la Ley N° 1420 (donde se selló el carácter de una educación universal, obligatoria, gratuita y laica) hasta cada una de las mañanas en que una maestra ingresa en el aula. En ese sentido, el coronavirus significó uno de los grandes desafíos en su historia como comunidad.

“Atravesamos la pandemia a puro corazón, a puro cuerpo. Fue un desafío enorme y complejo porque de un día para el otro tuvimos que inventar una escuela que no sabíamos que era una escuela. Contigo a la distancia, a través de las pantallas y de los cuadernillos. Sin aquello que es tan importante en la educación inicial que es el día a día, el contacto, los abrazos, las miradas, los gestos. La verdad es que fue muy difícil y las heridas de la pandemia todavía están abiertas, pero como escuela estamos muy orgullosos del trabajo que hicimos e hicieron las maestras y maestros. Nosotras también teníamos miedo y estábamos encerradas, pero teníamos esa responsabilidad enorme de que la escuela siguiera abriendo puertas. Ese afán por enseñar a pesar de todo era muy emocionante”, dijo Carli.

Con la recuperación de la presencialidad, cada maestro pudo volver a su hábitat natural: el aula. Cada niño, en cada uno de los rincones del país, pudo sentarse nuevamente en su silla y abrazar a su guía en el Día del Maestro. “Encontrarnos después de la pandemia fue una fiesta”, confesó Carli. “Verlos jugar en el patio, escuchar sus voces, encontrar sus miradas. Nos hace pensar que valió la pena es esfuerzo y que no podíamos hacerlo solas. Siempre en equipo en comunidad, con el sostén de la compañera. Fue una verdadera apuesta colectiva”, concluyó.

“En la Anexa hay un sentimiento de pertenencia muy grande”

Entre otras tradiciones, la Escuela Graduada Joaquín V González de la UNLP (también conocida como Anexa) aprovecha cada 11 de septiembre para homenajear a aquellos miembros de su comunidad que cumplen 25 años como maestros. Así, se les hace entrega de un regalo especial por parte de sus compañeros y son agasajados en el corazón de la escuela. “Y son varios los compañeros, porque la particularidad de nuestra escuela es que muchas y muchos transitan gran parte de su carrera en la Anexa y eso hace que haya un sentimiento de pertenencia muy grande”, contó Carli. De esa forma, en cada discurso de agradecimiento, las agasajados suelen brindar por la escuela como parte de su familia.

“Personalmente, esa sensación de comunidad es una de las grandes satisfacciones que me da este oficio”, señaló Carli. “Pero, sobre todo, esta profesión nos ofrece la posibilidad de compartir mi día con los niños y las niñas. Enseñar es muy desafiante. Es una tarea que permanentemente te interpela, te convoca a pensar, a estudiar, a probar. Es una actividad colectiva que se asume en equipo y te permite aprender mucho con las niñas y con los niños. Escuchándolos, en permanente intercambio. Amo la posibilidad de brindar oportunidades para que las chicas y los chicos puedan acceder a la cultura escrita, y sean considerados lectores y escritores plenos aún cuando son chiquitos y no lo hacen convencionalmente. Amo ver cómo piensan, qué ideas tienen sobre el mundo. En ese sentido, otra gran satisfacción es encontrarte con tus exalumnos y reconocerse mutuamente. Eso es hermoso”, concluyó.

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