Diego García, un poeta leído por el Indio Solari
Si bien es de Berazategui, estudió la carrera de Letras en La Plata. Es uno de los autores frecuentados por el ídolo rockero.
Con varias publicaciones en su haber, como Esa trampa de ver y Las calles nevadas, entre otros, Diego L. García nació en Berazategui y egresó de la UNLP como profesor de Letras.
Además, colabora para diversas revistas culturales, en donde alguna vez escribió sobre la relación entre el Indio Solari y la literatura. En diálogo con diario Hoy, habló sobre su vínculo con la poesía y los recuerdos que le dejó su paso por La Plata.
—¿Cómo fue tu descubrimiento de la poesía?
—La verdad es que apareció como tal durante la carrera de Letras, en La Plata. Y apareció como una especie de oasis ante las lecturas académicas. Fue un despertar compartido, entre amigos. Leíamos a Gelman, a Pizarnik, a Tuñón, en los viajes en el tren Roca y en las plazas (San Martín, sobre todo), pensando en cómo poder hacer nosotros también algo de eso.
—¿Desde qué edad te recordás escribiendo? ¿Qué significaba entonces para vos la poesía, y qué significa ahora?
—Bueno, me recuerdo escribiendo esas primeras canciones a los 16, 17 años. Como te decía, no tenía mucha conciencia del aspecto literario por entonces. Y todo era mucho más “una copia de”, que una necesidad de crear. Hoy entiendo a la poesía como una exploración, como un ensayo de texturas que parecen estar diciendo algo, y es justamente hacia ahí a donde quiero ir: ir a ver qué es lo que dicen.
—¿Cómo se da en vos la escritura de un poema?
—Mirá, en los dos últimos libros, Las calles nevadas y (Fotografías) –que tuvo este año su edición española–, la escritura se fue dando como un proyecto a desplegar. Apareció una idea, un eje, y luego los poemas en secuencia a lo largo de cierto tiempo, pero con la claridad de formar parte de una organicidad.
—¿Qué es para vos la poesía?
—En un ensayo, Mary Ruefle dice que la poesía es como seguir el sonido de un pájaro hasta un bosque en una tarde de verano, y así uno se adentra más y más, pero el pájaro nunca aparece... Ruefle dice entonces: “Supongo que escuchar es una forma de conocimiento, o lo más cerca que se puede llegar”.
—¿Cómo describirías tu territorio poético?
—Me interesa que cada libro sea un territorio nuevo. Y, al mismo tiempo, la intención es siempre ensayar un recorrido por ese territorio. Un recorrido que no conozco a priori, que es en definitiva una construcción en presente para mí también.
—¿Qué recuerdos tenés de La Plata?
—Hermosos recuerdos. Llegué a La Plata en 2002 para cursar primero Traductorado de Inglés y luego, y definitivamente, Letras. Fueron muchos años, mucha gente querida y un aprendizaje que superó por mucho lo que puede pensarse como una carrera. Las imágenes que me vienen son la Plaza San Martín, el Pasaje Dardo Rocha, la biblioteca de la universidad, los viejos trenes con asientos de cuerina y muchas personas que uno ha ido conociendo en el camino. Fueron años de mucho consumo cultural en el más amplio sentido: bandas, poesía, perspectivas nuevas por donde uno se asomara.
—¿Lo conocés personalmente al Indio Solari?
—No, no. Solo le hice llegar uno de mis libros, que apareció luego en una foto en sus redes. No tengo ídolos, pero el Indio es lo más cercano a eso.
—¿Qué es lo que más te interesa de su poética?
—Creo que su letrística es de las más complejas que dio nuestro país, con capas de sentidos explosivas y originales. Es una poética de pleno riesgo, eso es lo que más me gusta. La generación que creció con sus canciones y luego se aproximó al arte, en cualquiera de sus manifestaciones, encontró un camino para decir. Es notable cómo acercó a un público masivo experiencias del lenguaje sumamente ricas.
—¿Cuáles son las preguntas que te han suscitado estos tiempos tan extraños?
—Me pregunto si sabremos valorar un poco más el encuentro personal, el contacto verdadero; si realmente somos conscientes de la baja calidad que puede tener una vida de meros vínculos virtuales, en todas sus facetas.