El señor de las palomas

Un platense que acaba de ganar un campeonato de colombofilia cuenta los detalles de este deporte tan particular 

Técnicamente, la colombofilia es la afición a la cría, adiestramiento y cuidado de palomas mensajeras. Aunque el año pasado por ley se la haya definido como un deporte nacional, esta actividad se parece más a un arte: los entrenadores son capaces de hacer recorrer grandes trayectos a sus palomas y enseñarles a volver a la casa desde puntos distantes.

Carlos Agüero es un platense de 57 años que practica esta actividad desde hace más de 35. Cuando tenía 12 años, una paloma mensajera, pese a su majestuoso sentido de la ubicación, apareció perdida en el patio de su casa. Él la adoptó, la cuidó y aprendió a entrenarla: “Después de esa experiencia pasé más de 20 años sin tener ningún ejemplar. Viví mucho tiempo en un edificio y me era imposible instalar un palomar” dice este hombre que ahora en su casa tiene cerca de 80 aves. 

En cuanto al entrenamiento que requieren, Agüero dice que “ellas tienen la capacidad de volver al lugar donde nacieron, o al lugar donde se las entrenó. Siete días después que nace la paloma, se le pone un anillo en la pata, a los 24 sale del nido y a los 30 se la empieza a entrenar. Tienen la capacidad de fijar su rumbo, poseen una especie de brújula interna en la que el palomar siempre marca el sur”. 

Su trabajo es de lo más alegórico: como no podía ser de otra manera, este experto de la colombofilia tuvo una empresa de correo, otra de mensajería y actualmente se desempeña como comisionista: “Mis amigos me cargan y me preguntan si uso a las palomas para mi actividad”, dice entre risas. 

Durante las carreras, estas aves son capaces de alcanzar una velocidad promedio de 60 kilómetros por hora, y según Agüero el récord mundial es de 160 kilómetros. Felixa, la paloma de Agüero que acaba de ganar una competencia en Chajarí, Entre Ríos, recorrió 600 kilómetros desde la ciudad de Córdoba en apenas 12 horas. 

“Esta victoria es el premio al sacrificio de muchos años” dice Agüero que, como un agregado a su trabajo formal, limpia distintos palomares de la zona: “Hay uno en City Bell que lo atiendo a diario. La higiene es lo más importante de esta actividad. Evita que las palomas puedan enfermarse”.  

En relación a la vinculación de esta actividad con el maltrato animal, Agüero opina que “si uno las cuida y las trata bien, no veo donde está el problema. Las palomas, de por sí, comen lo que pueden y son maltratadas por la naturaleza. Lo que ocurre es que algunas personas las tienen hacinadas y así pueden contraer enfermedades. Eso debería penarse por ley, para que los animales no sufran” y agrega: “Convoco a todos a que traten a sus animales con mucho cariño. Yo tengo una perra dogo. Pese a que digan que es una raza mala, ella siempre fue tratada con amor y nunca molestó a nadie” concluye.