cultura

Entre el desamparo y la gloria

Edith Piaf nació literalmente en la calle y logró que su nombre brillara en la marquesina de los principales teatros del mundo.

Cuando las devastaciones de la Segunda Guerra Mundial eran indisimulables, emergieron diversos héroes, cada uno desde su trinchera, para conquistar los corazones de la gente, y ese fue el caso de Edith Piaf. Considerada como una de las mejores artistas francesas del siglo XX , es recordada – sobre todo- por haberle hecho frente a los nazis a través de la música.

El 19 de diciembre de 1915, Edith Giovanna Gassión nació en el portal de una calle parisina, hija de una cantante callejera y un saltimbanqui. Tras el abandono de su padre y la enfermedad de su madre, su abuela se hizo cargo durante sus primeros años de vida. Su trágica infancia, que culminó de casa en casa sin ningún referente, hizo que la potencial artista encontrara en su voz y la música la ilusión de sus días.

Tenía 25 años cuando decidió involucrarse ante el desprecio que sentía hacia las autoridades alemanas, pues no soportaba la muerte y la brutalidad de aquellos tiempos. Por entonces, arriesgó su vida para salvar a miles de judíos perseguidos por el desprecio racial, y fortalecía con su voz el ánimo de los que resistían en la clandestinidad contra la ocupación nazi que pisoteaba los valores de los que Francia se enorgullecía haber emblematizado.

Sin embargo, su vida personal se desmoronó al tiempo que ella trataba de mantener los ánimos de los soldados a raíz de la separación de su marido, Raymond Asso, así como la muerte de sus padres, situación por la que decidió poner una pausa en su carrera. Fue entonces que interpretó el papel protagónico en la obra “La Bel Indiferente” y su fama fue in crescendo, por lo que, por cosas del destino, fue invitada a actuar en Alemania y ahí encontró una oportunidad para seguir ayudando a las víctimas con su talento.

Edith Piaf aceptó actuar en tierras del Tercer Reich y, aunque en un principio recibió muchas críticas, llevó a cabo un arriesgado plan e impuso sus condiciones para presentarse en suelo teutón: cantar para los soldados alemanes y los judíos por igual, algo que fue muy controvertido en discusiones cuyos ecos tardaron muchos años en apagarse.

Su primer gran amor fue Luis Dupont, un mozo a quien conoció en 1932 y con quien tuvo a su única hija, Marcelle. Pero el destino le dio un nuevo golpe a los dos años, cuando la pequeña murió a raíz de una meningitis –la misma enfermedad que Edith había padecido a los cuatro años-. Entonces supo que la tristeza iba a acompañarla hasta el final de sus días, y se refugió más profundamente aún, en aquello que podía arrimarle algo que era lo más parecido a un consuelo que podía imaginar: la música.

Así fue como, por pura casualidad, el propietario del cabaret Genry´s, uno de los más conocidos de la región, se topó con ella. El hombre, que se llamaba Louis Leplée, no dudó en contratarla. Y, en 1937, la rebautizó Môme Piaf, lo que significaba “pequeño gorrión” y hacía clara referencia al aspecto físico de Edith. Sin embargo, una vez más, el Universo parecía conspirar en su contra, ya que el empresario fue asesinado de un disparo en el club que regenteaba y la cantante terminó siendo señalada por la prensa como una de las sospechosas del crimen.

“No, nada de nada. No, no me arrepiento de nada. Está pagado, barrido, olvidado. No me importa el pasado. Con mis recuerdos, encendí el fuego, mis penas, mis placeres. Ya no los necesito. Arrastró los amores, con sus trémolos. Arrastrado para siempre. Estoy empezando desde cero”, cantaba con una voz en carne viva en Non, Je Ne Regrette Rien.

Edith Piaf murió el 10 de octubre de 1963, en la ciudad de Grasse, dentro de su casa del Boulevard Lannes, a causa de una cirrosis avanzada que terminó con su vida a los 47 años. No obstante, su legado quedó intacto y la productora Warner Music Entertainment anunció que plasmará su trayectoria a través de una biografía cinematográfica próximamente.

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