Cambio inesperado en el cometa 3I/ATLAS sorprende a la ciencia
La NASA confirmó un fenómeno inusual en el cometa interestelar que generó debate entre astrónomos.
El ganador solía obtener un pequeño pago.
25/11/2025 - 22:41hs
Antes de que existiera la hora oficial y los relojes sincronizados, las ciudades dependían de personas cuya tarea hoy resultaría insólita: los llamados “hombres–reloj”, encargados de anunciar la hora en plena vía pública. Durante el siglo XIX, algunos pueblos europeos llegaron incluso a organizar competiciones informales para determinar quién tenía el “oído cronológico” más preciso.
La labor era sencilla pero crucial. Como no todos podían costear un reloj personal y los mecanismos no siempre eran exactos, estos trabajadores recorrían las calles anunciando la hora a viva voz, basándose en relojes maestros ubicados en iglesias o edificios municipales. Su reputación dependía de la exactitud: un error podía descoordinar mercados, oficios, reuniones y hasta trenes.
Las crónicas locales de Inglaterra y Alemania mencionan encuentros donde varios “hombres–reloj” se alineaban frente a un reloj oficial y, sin mirar la campana, debían cantar la hora en el instante justo. Los vecinos acudían como si fuera un espectáculo menor, y el ganador solía obtener un pequeño pago o reconocimiento del ayuntamiento.
Con la llegada del ferrocarril y la necesidad de unificar horarios, este oficio fue perdiendo sentido. La adopción de la hora estandarizada, primero a fines del siglo XIX y luego de manera global en el XX, terminó por volverlo obsoleto. A principios del 1900 ya casi no quedaban “hombres–reloj” ejerciendo.
Aun así, su figura quedó registrada como un ejemplo más de cómo la vida urbana funcionaba antes de la sincronización horaria moderna: cuando decir la hora con precisión era un oficio, y no solo mirar la pantalla del celular.