La Señora de la Guitarra
Irma Costanzo tocó en muchas de las grandes capitales del mundo, recibió premios muy prestigiosos y es autora del manual de guitarra más popular.
culturaIrma Costanzo tocó en muchas de las grandes capitales del mundo, recibió premios muy prestigiosos y es autora del manual de guitarra más popular.
30/08/2025 - 00:00hs
Como tantos otros artistas, fue necesario primero su consagración internacional para que en nuestro país se le reconociera su jerarquía como guitarrista. En Argentina empezó a prestársele atención cuando el crítico del diario Times de Londres, luego de escucharla en el Wigmore Hall, escribió sobre “la íntima calidez, el color y la evocación de fulgores inéditos desplegados por la señora Costanzo, con el apoyo de una gran destreza técnica”. Tenía entonces 32 años y un gran camino por recorrer.
Irma Costanzo nació en Buenos Aires el 11 de diciembre de 1937. Sus primeros contactos con la música fueron las clases que le dio la profesora de piano de su barrio –Villa del Parque-. A los 4 años cantaba con su padre el “Vals de Musetta”, de La Bohéme de Puccini. Sus padres eran italianos, de Calabria. Su madre murió cuando Irma tenía 13 años, poco antes de que diera su primer concierto de guitarra.
En su casa de infancia vivía un hermano de su madre, el tío José Cacciatore, un gran aficionado a la guitarra. Trabajaba toda la semana y los sábados y domingos estudiaba todo el día, de la mañana hasta la noche. Era de esas personas que tomaban dos o tres compases musicales y hasta que no los sacaba perfectamente no pasaba a los siguientes. Los sábados y domingos el tío comenzó a darle clases a Irma. Comenzó a estudiar la guitarra antes de ir a la escuela. Tenía 6 años. Y la primera vez que actuó en público fue en un cine del barrio en un festival organizado por el colegio. La disfrazaron de paisana y tocó una vidalita.
Se recibió de Profesora superior de guitarra, teoría y solfeo”, con medalla de oro y diploma.A los 15 años hizo su primera gira al Interior, integrando una embajada cultural formada por músicos, recitadores, (como se estilaba en esa época) conferencistas y una cantante. No era común que una mujer diera conciertos de guitarra, sobre todo tan joven: “Recuerdo que cuando iba a estudiar, durante los primeros años, me daba mucha vergüenza salir con la guitarra. En la calle nunca faltaba alguien que me dijera en son de burla: ¡Tocate un tango, piba!”.
En 1962 la contrataron de Japón para dar dos recitales, terminó dando catorce. En Taipei –la capital de Taiwán- fue la primera intérprete de guitarra en ofrecer un concierto. De inmediato la contrataron en Tailandia, la India, Israel y El Líbano. Tenía 23 años. El primer lugar de Europa donde tocó fue Grecia, luego se sucedieron las principales ciudades de ese continente. Hizo una grabación para la Radio Nacional en Atenas con tanto éxito que incluso muchos años después siguieron transmitiendo ese recital. Actuó París para la Radio Televisión Francesa; y en Madrid, fue invitada por Narciso Yepes. Actuó en catorce oportunidades en la ex Unión Soviética.
La relación con Japón surgió de una forma casual. Durante seis años tuvo una alumna de guitarra japonesa. Cuando volvió a su país, se conectó con empresarios y los entusiasmó a tal punto, que terminaron armándole una gira en ese país, que se abrieron con dos conciertos en Tokio.
Cuando le preguntaron a qué se debía que haya tan pocos solistas de guitarra de nivel mundial, dijo que la explicación estaba que la guitarra es un instrumento muy difícil, al que cuesta mucho arrancarle notas limpias. Admiraba profundamente a Andrés Segovia por ser el autor de casi todas las transcripciones para guitarra, y a Narciso Yepes, por ser un revolucionario del instrumento. Decía que aprendió a querer el folklore con Ariel Ramírez y Atahualpa Yupanqui, y elogiaba el rigor de algunos músicos de tango, como Horacio Salgán y Astor Piazzolla. Aconsejaba buscar “la autenticidad interpretativa, frente a la cual poco importan las transgresiones de orden técnico” y recomendaba a los estudiantes de música: “Deben trazarse un plan escalonado. Personalmente, organicé mi vida de manera que no me cueste un sacrificio nada de lo que hago: el único que acepté, es el límite de no tener un hijo, que implicaría la felicidad total. Creo que es importante que el artista se case, tenga su familia, única vía para que su arte trasunte felicidad”.