De acuerdo a un estudio de la UCA, los niños con alguno de sus padres privado de su libertad tienen muchas más probabilidades de tener un mal desempeño escolar (75%), de ser víctimas de violencia verbal (39%) o realizar trabajo infantil (58%).
Elaborado por el Barómetro de la Deuda Social de la Infancia, del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA, junto a la oficina regional para América Latina y el Caribe de Church World Service, un estudio revela las múltiples vulnerabilidades que sufren los Nnapes. Es decir, las niñas, los niños y adolescentes con referentes adultos privados de la libertad. Según los números arrojados por el informe, tienen muchas más probabilidades de tener un mal desempeño escolar (75%), de ser víctimas de violencia verbal (39%) o realizar trabajo infantil (58%) que otros chicos de su mismo nivel de ingresos pero de familias sin experiencia carcelaria.
Según el informe, las probabilidades de no asistir a la escuela o hacerlo con sobreedad se incrementa un 75% entre los chicos con alguno de sus padres o referente adulto encarcelados, en relación con otros niños, niñas y adolescentes igualmente pobres pero que nunca transitaron una experiencia penitenciaria. “El déficit educativo está correlacionado con la pobreza pero también con la discriminación”, dice Ianina Tuñón, responsable del estudio.
“Estos chicos tienen que lidiar con una situación familiar que no es fácil explicar ni vivenciar sin que tenga consecuencias negativas para ellos y esta problemática específica los coloca en una posición de desventaja para alcanzar mayores niveles de equidad (a partir de la escolarización)”, dijo.
Como porcentaje del total de niños, niñas y adolescentes (NNA) del país entre 0 y 17 años, se calcula que la población de Nnapes se mantiene estable entre 1,3% y 1,7% desde 2014. Es decir que aproximadamente 217.000 niños, niñas y adolescentes viven en hogares donde algún miembro de la familia se encuentra encarcelado. La cifra asciende a 700.000 cuando también se tienen en cuenta aquellos chicos que atravesaron por esta experiencia en el pasado pero ya la superaron.
“Para los chicos, esta problemática implica que reducción de ingresos y un adulto menos en el hogar para afrontar estrategias de sobrevivencia, crianza y educación”, dice Tuñón. “Pero también padecer los prejuicios y valoraciones negativas en torno al encarcelamiento, empeora sus condiciones de pobreza porque la familia se ve discriminada para conseguir trabajo, en su hábitat social y escolar”, agregó la profesional.