CULTURA

Santiago Varela el último libretista de Tato Bores

Tiene una trayectoria de más de 40 años ligada al humor y al análisis político. En diálogo con diario Hoy, repasó sus experiencias con el capocómico y contó cómo ve la realidad argentina.

Es arquitecto, pero tiene la vocación de hacer reír y pensar. Comenzó integrando la redacción de la legendaria revista Humor. Fue por esas notas que Tato Bores, hacia los finales del gobierno de Raúl Alfonsín, lo incorporó como autor de sus monólogos. También escribió textos para algunos de los mayores actores y actrices argentinos. Diario Hoy entrevistó a Santiago Varela para repasar su rica trayectoria y para dar su visión sobre la realidad argentina actual.

—Muchos te empezaron a conocer a partir de la revista Humor, ¿cómo fue tu acercamiento a la revista?

—Fue muy gracioso, porque yo mandé una carta a los lectores con un artículo humorístico. Me llamó Aquiles Fábregas, que era el secretario de redacción, queriendo saber si eso había sido un pelotazo de casualidad o podía seguir escribiendo. Y me invitó a hacer cosas en la revista. A quienes ­escribían en Humor los venía siguiendo de revistas anteriores, por ejemplo la revista Mengano.

—¿Cómo era el clima que se vivía en esa redacción?

—En realidad, la revista se editaba en un departamentito muy chico de la calle Piedras y Venezuela, donde íbamos a dejar las notas. Salvo Aquiles, Cascioli y Sanz, y los diagramadores, el resto trabajábamos en nuestras casas, íbamos y entregábamos. Uno podía llegar y encontrarse a Tabaré sentado en una sillita, con un tablerito puesto sobre la rodilla. Un morochito encorvado, creando silenciosamente cosas maravillosas.

—Sos alguien ligado al teatro y trabajaste con muchos actores. Empecemos hablando de Cipe Lincovsky...

—Con Cipe trabajé durante un tiempo. Yo le arrimé algunos monólogos y ella llegó a presentarlos en algunos festivales, por ejemplo en Venezuela. Teníamos algunos proyectos que después se truncaron. Fue un placer trabajar con ella, porque el humor no era algo que ella hubiera hecho antes. Se largó a hacer humor y se entusiasmó.

—También fuiste el autor de El reportaje, una obra de teatro protagonizada por Federico Luppi.

—Fue una experiencia muy importante, porque Luppi jerarquizó el texto. La obra se hizo en Argentina y en España. El personaje era un general del Proceso. Era raro verlo a Luppi con uniforme, impresionaba mucho.

—¿Cómo fue la convocatoria de Tato Bores?

—Fue bastante sorpresiva, porque Tato era un tipo muy importante en ese momento. Un día me llamó por teléfono y me dijo: “Soy Tato Bores y necesito hablar con vos”. De entrada, yo pensé que era una broma. Recuerdo que la primera vez que fui a su casa yo fumaba. Lo primero que me dijo fue que sus dos últimos guionistas se habían muerto de enfisema de pulmón. A partir de ahí, nunca más fumé. Después de 30 años dejé el cigarrillo.

—Te tocó trabajar con toda la materia prima que te daba el menemismo...

—Sí, fue un poco difícil porque los que teníamos cierta militancia política nos costaba creer que un tipo que viniera de tropa propia, del peronismo, pudiera hacer las cosas que hizo. El peronismo ha tragado tantos sapos que tiene un estómago muy especial. Asimismo, con Tato no compartíamos ideología, veníamos de distintos lados. Pero había algo que nos aunaba, y era una cuestión generacional. Nosotros veníamos de muchos gobiernos dictatoriales y de muy poca democracia, entonces para nuestra generación era muy importante salvaguardar las instituciones. Podíamos hablar mal de un diputado o de un senador, pero no de lo que significaba la Cámara de Diputados o Senadores para nuestra democracia.

—¿Recordás alguna discusión política con Tato?

—No, porque él era un liberal al cien por ciento; no solamente en lo económico, sino también en lo político y lo social. Nosotros trabajábamos sobre la corrupción, sobre la defensa del sentido común y de lo que la gente reclamaba. En eso estábamos de acuerdo.

El humor político de nuestros días

Santiago Varela trabajó con Tato Bores durante las últimas seis temporadas de su inolvidable programa semanal.

—Si Tato estuviera vivo hoy y vos fueras su guionis­ta, ¿en qué temas o personajes pondrías el acento?

—Tendría que trabajar con el mismo criterio de antes. El humor político habla sobre lo que la gente ya sabe, pero lo dice de una manera distinta. Es una caricatura sobre lo que está pasando, entonces tendría que hablar sobre lo que está ocurriendo: la economía, la inflación, la Justicia.

—¿Qué es lo que más te preocupa de la Argentina de hoy?

—Me preocupa el futuro que les estamos dejando a mis nietos. Y también que no haya un cariño por el país. Me preocupa lo que dijo Luis Juez, cuando fue electo diputado, cuando le preguntaron sobre qué proyectos tenía y contestó que no tenía proyectos, sino que lo importante era llevarle la contra al Gobierno y decirle todo que no. Esa actitud es preocupante, porque esa gente no quiere al país.

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