cultura
Una leyenda teatral ligada a nuestra ciudad
Pablo Podestá fue un gran actor que gozó de mucha popularidad, amigo de Carlos Gardel, y que murió extraviado en la locura.
"A él le debo la mitad de lo que soy”, dijo el dramaturgo uruguayo Florencio Sánchez, sobre su compatriota, el actor Pablo Podestá, ambos radicados en Argentina en las primeras décadas del siglo XX. Algunas de las obras más emblemáticas de Sánchez fueron estrenadas por Podestá, popularizando personajes como Lisandro, el alcohólico de Los Muertos, y don Zoilo, de Barranca abajo.
Pablo Cecilio Podestá nació en Montevideo el 22 de noviembre de 1875. Fue el menor de nueve hermanos, quien se educó de manera completamente autodidacta (estuvo solo 15 días en la escuela primaria). Junto a dos de sus hermanos fue artífice de un milagro: el circo criollo. Entregados a la trashumancia, mezclaban en sus espectáculos el baile, la acrobacia, los payasos, la zarzuela criolla, obras como Juan Moreira, y personajes como Pepino el 88. Pablo Podestá tenía talento tanto para la comicidad (como lo demostró en Gabino, el mayoral, un sainete lírico de Enrique García Velloso) o el dramatismo del personaje violentamente romántico de La piedra de escándalo, de Coronado, estrenada en 1902, en el Teatro Apolo. Adivinó verdades del fenómeno teatral que luego los teóricos intentarían sistematizar.
“Así como cualquiera del grupo de los Podestá era naturalmente teatral, Pablo era naturalmente artista”, dejó escrito Vicente Martínez Cuitiño. Aprendió a tocar la guitarra, el violín y el cello. Fue cantor, escultor y pintor. Fue un autor de un drama, Miseria, que él mismo subió a escena. Filmó algunas películas en la época del cine mudo. Actor de tensa sensibilidad y acento dramático. Decía su amigo, el crítico Edmundo Guibourd: “En las tablas, era un león; en la vida corriente, un rudo mocetón manso, muy susceptible por desconfianza. En el fondo había en ese intuitivo una gran inocencia. Y un gran poder de sugestión”.
En 1919 hizo su última función. Fue en Rosario, interpretando Barranca abajo, que habla de la irremediable caída de los gauchos hacia fines del siglo XIX y comienzos del XX. El avance de la sífilis minó su salud y lo fue conduciendo hacia la locura. Su amigo Carlos Gardel hizo una función a beneficio en el Teatro Avenida, para ayudarlo a costear su tratamiento. En el libro Vida de Carlos Gardel, de Francisco García Jimenez, cuenta que a los pocos días de ese homenaje José Razzano fue operado de la garganta. Gardel iba a visitarlo para hacer algún paseo por los alrededores. La casa de salud donde Pablo Podestá estaba recluido era cercana al sanatorio y, en uno de dichos paseos, fueron a visitarlo. Les pidió que cantaran. Razzano no podía hacerlo, pero Gardel cantó Amargura, acompañado por el cello de Podestá. Dice Razzano: “La voz de Carlos se quebraba en sollozos. También las cuerdas del violoncello. Nosotros, escuchando, conteníamos los nuestros. Pero el semblante de Pablo estaba transfigurado en un éxtasis dichoso, porque una luz reminiscente rasgaba los velos de la locura”.
Le gustaba la caza, aficionado al automovilismo y aprendiz de aviador. Le gustaba la payada. Enamoradizo. Su primer amor fue la actriz Herminia Mancini, quien lo abandonó al poco tiempo. Se casó con una actriz que tenía 14 años y que llegó a ser muy famosa, Olinda Bozán, quien comenzó siendo equilibrista de circo. Un matrimonio que duró lo que un suspiro. Ella se fue de la casa matrimonial el día que él se atrevió a golpearla. Luego, tuvo a su lado a una afamada prostituta, Joaquina Marán (que trabajaba en el prostíbulo Mamita, en Lavalle 2127 de Buenos Aires), y a quien Homero Manzi dedicó un tango que comienza diciendo: “Resuenan en baldosas los golpes de tu taco. Desfilan en corridas por patios de arrabal. Se envuelve tu figura con humo de tabaco y baila en el recuerdo tu bota militar”.
Murió en Buenos Aires a los 48 años. Su sepelio fue multitudinario. Su nombre se volvió leyenda. Un pueblo del partido Tres de Febrero lleva su nombre.