“Ha llegado la hora de poner fin a la guerra más larga de EE. UU.”, declaró el presidente norteamericano Joe Biden, considerando que el país cumplió el objetivo de la intervención.
Estados Unidos inició oficialmente la retirada de sus últimos soldados de Afganistán, que marca el fin de una guerra de 20 años, pero abre un período de gran incertidumbre por la impronta creciente de los talibanes.
En los hechos, el proceso de retirada ya está en curso, según responsables estadounidenses en Afganistán, pero la fecha del 1° de mayo es simbólica ya que quedó establecida en el acuerdo firmado en febrero de 2020 en Doha, Catar, con los talibanes por la antigua administración de Donald Trump y preveía dicha retirada.
En los últimos días, el cielo de Kabul y la base aérea cercana de Bagram registró un trasiego inusual de helicópteros estadounidenses encargados de preparar este repliegue, que concluirá el 11 de septiembre, fecha anunciada por el actual mandatario estadounidense, Joe Biden y que además conmemora el 20 aniversario de los atentados de 2001 en Estados Unidos.
Por su parte, los aliados de la OTAN empezaron a retirar los contingentes de la misión Apoyo Decidido (Resolute Support), el pasado jueves 29 de abril, proceso que debe hacerse de manera coordinada con Washington.
El presidente estadounidense, Joe Biden, confirmó a mediados de abril la retirada de los 2.500 soldados todavía presentes en Afganistán. “Ha llegado la hora de poner fin a la guerra más larga de Estados Unidos”, declaró al estimar que el objetivo de la intervención, que era impedir a Afganistán servir de nuevo como base a ataques contra su país, se cumplió.
El comienzo
La guerra de Afganistán es la más larga de la historia de EE. UU. Comenzó en octubre de 2001 con la misión de dar caza a Osama Bin Laden, el “cerebro” de los atentados del 11 de septiembre de ese año, y castigar a los talibanes que le habían dado refugio.
Actualmente, hay unos 3.500 efectivos estadounidenses en Afganistán, entre ellos 2.500 militares y 1.000 miembros de las fuerzas especiales; mientras que la OTAN mantiene a otros 7.000 soldados, procedentes de otros países de la Alianza y socios como Georgia.
Desde la firma del acuerdo de Doha, los talibanes se abstuvieron de atacar directamente a las fuerzas extranjeras. Pero no tuvieron piedad con las tropas gubernamentales, a las que acosan en las zonas rurales mientras siguen aterrorizando a la población de las grandes ciudades con asesinatos selectivos. El anuncio de la retirada de los estadounidenses no ha hecho más que agravar el miedo de los afganos, que temen que los talibanes regresen al poder e impongan el régimen fundamentalista que implantaron cuando gobernaron entre 1996 y 2001.
Mientras el presidente afgano, Ashraf Ghani, asegura que las tropas gubernamentales, son “totalmente capaces” de resistir a los insurgentes. El jefe del Estado mayor, estadounidense, general Mark Milley, reconoció que no se puede descartar que haya un caos total.
“En el peor de los casos tendremos el desmoronamiento del gobierno afgano, el desmoronamiento del Ejército afgano, una guerra civil, la catástrofe humanitaria que la acompaña y el retorno potencial de Al Qaida”, reconoció.
Desde el inicio del conflicto han muerto, en los 20 años de guerra, 47.240 civiles afganos y entre 66.000 y 69.000 soldados afganos, según el proyecto Costs of War de la Universidad de Brown.
Según el Departamento de Defensa de EE. UU. han perdido la vida unos 2.442 soldados estadounidenses, así como unos 3.800 contratistas de seguridad privada estadounidenses.
Asimismo más de 1.140 soldados de países de la OTAN han muerto y se estima que Estados Unidos gastó más de dos billones de dólares en Afganistán durante el transcurso de la guerra.