Un periodista argentino que trabajó casi 20 años en Afganistán habla de un probable acuerdo secreto

Se trata de Ricardo Grassi, quien en 2003 fue contratado para organizar “la primera agencia de noticias independiente de Afganistán” y adquirió un amplio conocimiento del terreno.

El periodista argentino Ri­cardo Grassi pasó las últimas dos décadas entre Roma y Kabul, donde vivía varios meses al año para dirigir medios de comunicación y capacitar a quienes trabajan en ellos, y esa experiencia lo llevó a plantear que, con la llegada de los talibanes a la capital afgana, se pusieron en marcha “algunos acuerdos secretos que se conocerán en 50 años”.

En Kabul fundó la agencia ­Pajhwok Afghan News (“pajhwok” significa “eco” en los idiomas dari –persa afgano– y pastún) y contribuyó al desarrollo del grupo de comunicación The Killid Group (“llave” en esas lenguas), medios en los que, contó, existe “una mezcla equilibrada de reporteros y reporteras”, quienes ahora deben comprobar si “el movimiento talibán, como ellos mismos dicen, ha evolucionado en una versión talibán 2.0”. Actualmente no se sabe nada de esta agencia.

Las primeras noticias son muy confusas, porque mientras los talibanes tratan de mostrarse “muy amables” con la presencia internacional, al mismo tiempo “hay cosas que no se definen”, como por ejemplo qué implica para los nuevos gobernantes que las mujeres que hacen periodismo deban cumplir con “la ley islámica”.

“Afganistán no es realmente un Estado, es un grupo de lugares con realidades tribales, étnicas, de clanes, muy distintas”, aseguró Grassi.

El periodista, que entre 2003 y 2019 se instalaba parte del año en Kabul, afirmó que una de las motivaciones de la ocupación de Estados Unidos, como también de la reciente retirada, es la puja histórica por la construcción de un gasoducto que hasta ahora no se hizo y que está proyectado para extenderse desde Turkmenistán, a través de Afganistán, Pakistán y la India.

Para ello se fundó la Union Oil Company of California (Unocal), y Grassi recordó que tanto “quien después se convertiría en el presidente, Hamid Karzai, como el embajador (de EE. UU. en Kabul) y representante personal de (George) Bush, el afgano norteamericano Zalmay Khalilzad, habían sido consultores de la Unocal”.

Sobre esta nueva etapa con el movimiento talibán al mando, Grassi no disimuló la incertidumbre que le transmite la gente que conoce y que está en Kabul: “Cuando empecé a organizar la agencia de noticias, a mi lado había una mezcla más o menos equilibrada de reporteros y de reporteras, y ellas tenían mucho empuje y el coraje, incluso, de enfrentarse con la familia porque se resistían a que la hija fuese a trabajar y volviese de noche, porque eso está mal visto en el barrio”, contó.

Según Grassi, la población afgana, con toda su diversidad y heterogeneidad, “tiene una cultura de una complejidad como una cebolla, con mil capas”, que se expresa, por caso, en la masividad que tiene la poesía “en su sentido primigenio”, recitada en público como “modo de transmitir conocimiento”.

Otro rasgo de la cultura afgana, acotó, es el sentido muy extendido de abrir las puertas, ya que en la cadena montañosa del Hindú Kush “son enormemente hospitalarios”, aunque esa disposición convive con una actitud atenta al visitante, “y después lo que pasa, si se sienten defraudados, es que te pueden echar o te pueden matar”, comentó, divertido, el periodista que se amigó con la cultura afgana y la ve con mucho cariño.

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