Cristina tiene razón

Luego de más de una década en el poder, en un lugar que fue considerado el Jardín de la República y que actualmente es un territorio empobrecido donde campean las formas más infames del clientelismo político, la presidenta Cristina Fernández tuvo razón al afirmar: “Todos sabemos que cuando hablamos de seguridad, necesitamos más y mejor justicia”.

Realmente es un avance que un gobierno, que durante años se burló de la sociedad argumentando que la inseguridad es una “sensación” inventada por los medios, mientras diariamente ciudadanos inocentes mueren en manos de la delincuencia, se haya dado cuenta que este flagelo existe. Nunca es tarde para cambiar, por más que los K tengan el boleto picado y fecha de vencimiento en diciembre de 2015.

Ahora bien, todo ejemplo empieza por casa. Y en esto, claramente, la administración K hace agua. Los jueces más impresentables que tiene nuestro país son, precisamente, los que adhieren al kirchnerismo, empezando por ese personaje inefable llamado Norberto Oyarbide, un magistrado con serios problemas de conducta que, entre otros favores al poder, cajoneó las denuncias por enriquecimiento ilícito que llegaban al corazón de la familia familiar. Y mantuvo en libertad a Hebe de Bonafini tras conocerse la estafa millonaria que se cometió con fondos públicos, que salen de los impuestos que pagamos todos los ciudadanos con nuestros impuestos, en la Fundación Madres de Plaza de Mayo.

A Oyarbide se le suma una extensa lista de magistrados y fiscales amigos del poder, como el ministro de la Corte, Eugenio Zaffaroni, un juez de vida licenciosa al que se le descubrieron varias propiedades donde se ejercía el proxenetismo y que es considerado el máximo exponente de esa corriente judicial conocida como “abolicionismo” o “garantismo”, que desconfía de la idea de que una persona que comete un delito aberrante deba cumplir la totalidad de su condena en cárcel. Por eso, los jueces que adhieren a esta doctrina terminan ofreciéndole un sin número de beneficios a los malhechores, a los que se le garantizan mucho más derechos que a las víctimas de su accionar delictivo.

¿Si Cristina quiere magistrados implacables para que haya seguridad, no debería pedirle a su amigo Zaffaroni que empiece a cambiar su forma de actuar en la Justicia?

En definitiva, son estos personajes nefastos los que hacen que en la Argentina no haya un sólo funcionario tras las rejas por causas de corrupción.

El detalle
 “Un detalle” que se le olvidó a la presidenta en su discurso fue que, además de los jueces que hacen los delincuentes entren por una puerta y salgan por otra, se deben atacar los factores estructurales que contribuyen a que haya cada vez más violencia e inseguridad.

Ayer, lamentablemente, muchos argentinos tomaron hasta como un hecho natural que un joven fuera brutalmente asesinado por una moto en Lomas de Zamora, uno de los distritos más populosos del Conurbano y donde han más han crecido las villas miserias y los asentamientos. Es imposible separar la inseguridad de las condiciones de miseria y marginalidad en la que viven millones de compatriotas por culpa de las políticas económicas de este gobierno (ver página 6 y 7), que crecieron exponencialmente durante la última década.

Evidentemente, la presidenta ni siquiera quiere ver esta realidad y por eso, durante su estadía en Tucumán, optó por recorrer un hotel de lujo, que fue construido en una provincia donde hay chicos que todos los días se mueren de hambre.

Ganancias
A la CFK también le asiste razón cuando reclama, a viva voz, que los jueces paguen impuestos a las Ganancias. Ahora bien, difícilmente pueda tener autoridad moral una persona, como la señora presidenta, para alentar este tipo de iniciativas cuando su gobierno está dejando sin aguinaldo a miles de trabajadores por la aplicación de este gravamen, mientras que la renta financiera (la ganancia que obtienen los bancos, uno de los sectores más privilegiados por el poder político) no tiene ningún tipo de carga impositiva.

Por otra parte, la presidenta dijo verdades de Perogrullo cuando habló de la importancia que tiene para un país que haya un proceso de industrialización y una economía con valor agregado. Pero la realidad es que el gobierno nacional no hizo nada de lo que predica la presidenta. Nuestro país esta casi en las mismas condiciones que a principios del siglo XX, con una economía que dependen casi exclusivamente de la exportación de granos, por lo que más de un funcionario está rezando para que no se derrumbe el precio de la soja en Chicago porque, de lo contrario, podría producirse una desbarajuste económico de envergadura.
Lo mas lamentable es que Guillermo Moreno, uno de los ejecutores de estas políticas, responsable de estar dejando sin pan y sin carne a la mesa de los argentinos, ayer fue ovacionado por los aplaudidores oficiales, en una puesta en escena que solo intentó mostrar que CFK avala que se agreda desde el poder a periodistas que buscan cumplir con la función de investigar e inquirir a los funcionarios públicos sobre sus acciones.

 Una espía que no quieren que la espíen

La hipocresía extrema también apareció en el discurso de ayer cuando la primera mandataria, sin ponerse colorada, confesó que le “corrió frío en la espalda” cuando un extopo de la CIA, que escapó de EEUU reveló que EEUU está espiando a la Argentina.

La Presidenta, en lugar de escalofríos, parece sentir placer cuando los agentes de la Secretaria de Inteligencia y del Proyecto X le entregan los informes realizados con los seguimientos y pinchaduras de teléfono realizadas ilegalmente a todos aquellos dirigentes, empresarios y medios de comunicación que tienen una visión critica del rumbo del gobierno K.

Tampoco pareció importarle demasiado la forma en que la policía de Jorge Alperovich, gobernador de Tucumán y estrecho aliado de CFK (al punto que la esposa de Alperovich es la tercera en la línea de sucesión presidencial), ayer golpeó violentamente al padre de una chica violada y asesinada en 2006, en un hecho que involucraría a uno de los hijos del mandatario tucumano que maneja a esa provincia como un feudo.

¿Y la defensa de los derechos humanos, de los que tanto le gusta hablar a la presidenta, dónde estaba?, ¿O será que para el “gobierno nacional, popular y progresista” hay ciudadanos de primera que merecen ser oídos y atendidos, y ciudadanos de segunda que merecen ser reprimidos y silenciados?