EN FOCO

El hoy después del mañana

Pasará la marcha de hoy y las aguas se dividirán superficialmente. En la víspera aparecen al menos dos escenarios posibles: uno que podría ser violento si triunfan los potenciales infiltrados; y otro pacífico, si la disciplina del movimiento obrero logra controlar los desmanes. Lo lamentable es que pasará, los dirigentes protagonizarán algún que otro cruce y quedará el pueblo, con el dilema de no saber cómo llegar a fin de mes.

A priori, todo hace indicar que el resultado que dejará la movilización convocada por Hugo Moyano será superficial porque en la Argentina de hoy no aparece la voluntad de los dirigentes para plantear cabalmente los problemas de la realidad.

En el siglo pasado, Inglaterra demostró que aún una pequeña isla puede ser una nación pujante. Y la Argentina, con sus más de 5100 kilómetros que la unen de Ushuaia a la Quiaca, tiene todo para serlo. Ya sea por obra de la naturaleza o de Dios, goza de tierras fértiles, pampas húmedas, hielos continentales, lagos profundos, un gigantesco acuífero guaraní y una riqueza marítima inconmensurable. Todo como para no permitir que, por ejemplo, se quiera cerrar el astillero Río Santiago, creado para construir buques que cruzaran el mundo, pero también para cumplir con un objetivo casi humanitario: que la pesca llegue a comunidades y pueblos en forma de proteína animal que, debido a la calidad de sus aminoácidos y valor nutritivo, es tan necesaria como el agua para quienes transitan los primeros años de vida.

Pero así como hay que aprovechar el agua y lo que de ella viene, habrá que rescatar el valor de la tierra en un país tan fértil en el que basta una semilla para hacer crecer lo que se pretenda.

O tirar un salvavidas a las cuencas lecheras, sector que en el último año sufrió el cierre de unos 600 tambos, con la producción de lácteos en franca caída. Y qué decir de la crisis que atraviesan las economías regionales, que de tan comentada ya parece una letanía, pero que no halla una solución al combo de la devaluación, la recesión y la inflación en los costos. Mientras, las producciones de peras y manzanas, sin posibilidades de insertarse en el mercado ni capacidad logística que las traslade, mueren entre la podredumbre.

Todo esto debería discutirse el día después de mañana para que la marcha de hoy no sea en vano. Sindicatos, empresarios, gobernantes, fuerzas de seguridad y fuerzas armadas, profesionales y la Iglesia deberían analizar las posibilidades para sacar del fango al país. Por ejemplo, la aplicacación de créditos blandos, asequibles y reales,  a tal punto que sea irrisorio para que el ciudadano de a pie llegue al sueño de la casa propia o para fomentar industrias y pequeñas empresas, con el efecto multiplicador que ello tiene sobre la mano de obra.

La hora demanda dejar de lado las controversias banales, hacer a un lado las discusiones de negocios  y poner el foco en los millones que quedaron afuera del sistema. Lejos de las superficialidades, la marcha de hoy debiera aprovecharse para mirar lo que tuvimos. Y recuperar lo que perdimos.

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