El Mundial la epopeya popular y las oportunidades

No solo la victoria en Catar, sino también la increíble movilización de millones de personas para recibir a la “Scaloneta” pusieron a la Argentina en el centro del mapa global. El Gobierno aspira a que esa visibilidad se traduzca en nuevos y buenos ingresos para el país.

Habían pasado solo tres días de la resonante victoria de la Selección nacional en el Mundial de Catar, y menos de un día de la increíble movilización popular para recibir a los campeones (cinco millones de personas se volcaron a las calles porteñas, un número nunca antes registrado), cuando el canciller Santiago Cafiero y la secretaria de Relaciones Económicas Internacionales, Cecilia Todesca, presentaron formalmente el plan con que el Gobierno busca impulsar las exportaciones argentinas.

Podría tratarse de dos hechos no relacionados, pero no es así. En su papel de ministro de Relaciones Exteriores, Cafiero ha estado muy atento a los hechos producidos o traídos a la luz por la Copa del Mundo que se jugó en Asia. Por ejemplo, cuando las cámaras de televisión empezaron a mostrar a las multitudes que hinchaban por nuestro país en Bangladesh, el funcionario, ni lerdo ni perezoso, anunció que se reabrirá la Embajada argentina en aquella remota nación, cerrada hace décadas. Y ahora que se ha señalado varias veces que no solo la victoria deportiva, sino la asombrosa fiesta popular que la siguió, han puesto a la Argentina en el centro del mapa mundial (con tapas de diarios de todo el globo reflejando el fenómeno), y que esto seguramente redundará en beneficios para el turismo, sin duda los funcionarios del Gobierno van más allá: esta nueva visibilidad promete ser beneficiosa para todos los productos argentinos.

Estas circunstancias sustentan el optimismo del canciller que, el miércoles pasado, y ante un auditorio compuesto por empresarios de distintos sectores de la economía, anunció: “El año que viene vamos a superar los 105.000 millones de dólares en exportaciones”.

Es cierto que la Cancillería viene organizando estas reuniones para impulsar el posicionamiento de los productos nacionales en el exterior. Pero Cafiero tiene un ojo puesto en la fiebre mundialista, o los dos. Y también el ministro de Turismo y Deportes, Matías Lammens, que ya ordenó armar una campaña de promoción turística basada en el balompié. La apuesta a capitalizar la hazaña de Lionel Messi y los suyos (nuestros) para generar divisas tiene alguna base empírica, aunque, como en todo lo que tiene que ver con la economía, no existen las certezas. Y abundan las grandes esperanzas frustradas.

Una apuesta riesgosa

Los gobiernos suelen buscar posicionar a sus países como anfitriones del Mundial porque eso suele reportarles ganancias políticas. Así lo hacíamos notar en la edición del 26 de noviembre de diario Hoy, cuando recordábamos que Benito Mussolini se procuró la Copa para Italia y que Hitler quiso llevar el Mundial a Alemania pero no lo logró; de la misma manera, la dictadura argentina quiso que el Mundial 78 fuera una “lavada de cara” para las atrocidades del régimen, de la misma manera que los críticos de la situación en Catar apuntan al torneo como forma de “blanquear” las violaciones a los derechos humanos en ese país.

Las “ventajas” económicas

Se supone frecuentemente que para un país ser anfitrión de la Copa del Mundo representa un empujón a la economía nacional, con beneficios perdurables; sin embargo, los resultados suelen decepcionar. Brasil, por ejemplo, construyó un enorme estadio mundialista para la Copa de 2014, que costó 550 millones de dólares y que, solo un año después, se convirtió en un gigantesco estacionamiento; otro estadio fue utilizado como salón de fiestas, con poco éxito. Sudáfrica, que organizó el Mundial 2010, desalojó a una gran cantidad de familias pobres que vivían en la zona donde se iban a construir los estadios, generando así un revés económico que las instalaciones deportivas no subsanaron.

Ahora, las previsiones para Catar son auspiciosas, ya que se espera que el Mundial 2022, que impulsó la construcción no solo de estadios, sino también de instalaciones sanitarias y comerciales, genere nuevas oportunidades para el país. Por ejemplo, las autoridades cataríes esperan sextuplicar la cantidad de turistas que visitan anualmente el país. Pero el desaliento puede estar a la vuelta de la esquina si se verifican los resultados que registraron los anfitriones que lo precedieron.

Una posición ganadora

Por el contrario, ganar la Copa del Mundo, según los especialistas, redunda en beneficios económicos para la nación victoriosa. Y esta es la situación en la que se encuentra nuestro país, gracias a la “Scaloneta”.En las vísperas de la final entre Francia y la Argentina, se difundió un estudio del economista Marco Mello, de la Universidad de Surrey (en el Reino Unido), que revela que los países que ganan el Mundial gozan de un impulso a su crecimiento económico en el semestre siguiente.

El fenómeno parece registrarse con especial énfasis en los países con perfil exportador como la Argentina o Brasil, que disfrutó de esta bonanza luego de alzarse con la Copa en 2002. En efecto, según el estudio de Mello, no se trata de que el turismo impulsado por la curiosidad atraiga dinero fresco al país ganador, sino que las divisas entran a partir de las ventas de productos al exterior.

El Gobierno busca captar divisas a través de una estrategia combinada, con Lammens incentivando el turismo y Cafiero y Todesca impulsando mecanismos para intensificar las exportaciones. De esa manera, el país podría meter no uno, sino dos goles en el frente externo.

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