Los científicos no quieren volver a lavar los platos

A tiempo está el Presidente de recordar a Houssay, quien dijo que ricos son los países que apuestan al conocimiento, y pobres los que no lo hacen. Porque “la ciencia no es cara, cara es la ignorancia”

“A lavar los platos”. La sentencia, desagradable e infausta, todavía pincha como un mal recuerdo de la memoria.

Por más que ya pasó casi un cuarto de siglo desde que el exsuperministro de Economía del menemismo, Domingo Cavallo, la espetó a un grupo de investigadores que reclamaban mejores sueldos, insumos y condiciones para desarrollar su trabajo.

Por eso, cualquier regresión en ese sentido se presenta como una amenaza en una herida que creíamos haber curado. Ayer, más de 1200 científicos de todo el mundo, entre los que se encuentran ganadores del premio Nobel, lo advirtieron en una senda carta dirigida al Presidente, al que le alertan por una nueva fuga de cerebros.

“El Conicet está al borde de la parálisis. La supervivencia de este organismo fundado hace medio siglo por el premio Nobel Bernardo Houssay (…) está en riesgo”, dice la misiva, y agrega que “si no se toman medidas urgentes, el deterioro causará la disolución de los grupos de investigación, la parálisis de instrumentos muy valiosos y el éxodo de científicos”.

Los firmantes sostienen que el recorte presupuestario, la reducción de personal, afecta a los más de 250 institutos de investigación distribuidos por todo el país.

Los fondos recibidos por estas instituciones “son insuficientes para pagar las facturas de servicios, garantizar la limpieza y seguridad de las instalaciones”. Tampoco serían suficientes para reparar y mantener el equipamiento científico básico ni para comprar nuevos equipos.

Así, en el país que supo ganar prestigio internacional por sus investigaciones, por el esfuerzo que cada argentino -incluso aquel que no puede costear la formación académica de sus hijos- hace con el aporte de sus impuestos, en la Patria de René Favaloro y Gabriel Rabinovich, por citar dos de los más reconocidos, las actuales políticas pueden condenarnos a que la ciencia “baje la cortina”.

A tiempo está el Presidente de recordar a Houssay, quien dijo que ricos son los países que apuestan al conocimiento, y pobres los que no lo hacen. Porque “la ciencia no es cara, cara es la ignorancia”.