EN FOCO

Cuando la violencia genera más violencia

La muerte de un delincuente, ocurrida presumiblemente por un disparo efectuado dentro de un patrullero, fue un hecho que por sus características conmocionó a la ciudad. Pero no puede ni debe ser descontextualizado ya que no se trata de un caso aislado respecto al clima de violencia generalizada que está padeciendo la sociedad, producto de una política económica desplegada por el gobierno que ha generado escandalosos niveles de pobreza e indigencia.

La marginalidad extrema, sumado al flagelo del narcotráfico, es un combo explosivo. Lleva a que los delincuentes, que no tienen absolutamente nada que perder, sean capaces de todo como puede ser asesinar a quemarropa a un kiosquero, por unos pocos pesos, como ocurrió hace unos días en Luján. 

Asimismo, el deterioro social también afecta a las propias fuerzas de seguridad. Los agentes que deben dar la vida por el cumplimiento del deber, en muchos casos, muestran una falta de preparación y de profesionalismo muy preocupante. 

Recordemos, sin ir más lejos, que el martes pasado un preso logró darse a la fuga frente a la comisaría Segunda de nuestra ciudad, mientras era trasladado por un patrullero. Sabido es que, para poder llegar a fin de mes, mucho policías deben hacer numerosas horas extras, lo que le quita el tiempo necesario para poder tener el debido descanso y, además, para poder capacitarse y entrenarse. 

El famoso policía de barrio, que custodiaba a los vecinos de la esquina, era todo un símbolo de lo que significaba la autoridad y el orden en una sociedad que desconocía lo que era la pobreza. Y donde la vida de un ser humano era el bien más preciado a resguardar. Lamentablemente, todo eso se ha perdido y costará mucho poder recuperarlo. Esta es la triste herencia que nos deja la era K.

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