Con la voz de su canto

La intérprete entrerriana se presenta mañana, junto a Juan Falú, en el Festival del Bosque. En la víspera, mantuvo un distendido diálogo con Hoy

uando canta -y cuando habla- es imposible no reconocerla. Y sin embargo, en su voz hay tantas otras: Luis Alberto Spinetta, Fito Páez, Cuchi Leguizamón, Atahualpa Yupanqui, Lisandro Aristimuño, Jorge Fandermole, Félix Dardo Palorma, Buenaventura Luna y Juan Falú, son algunos de los artistas en los que Liliana Herrero ha buceado para dar forma a su repertorio. Al hablar de ella, Mercedes Sosa dijo alguna vez: “Es mi sucesora”. Y es que, como Sosa, Herrero propone una interpretación ligada a la re-composición, antes que a la mera copia de la versión original de una obra popular. 

Mañana, la intérprete entrerriana se presentará junto al compositor Juan Falú, en el Fogón del Festival del Bosque, donde, a través de su voz y de la guitarra del tucumano, “aparecerán don Eduardo Falú en su dupla con Jaime Dávalos, Cuchí Leguizamón con Manuel Castilla, Juan Falú en su dupla con Pepe Núñez, Yupanqui. Andaremos por esos mundos musicales y poéticos; excepto que de golpe aparezca un tema que se nos ocurra en el momento, porque siempre me estimula el aparecer inesperado de un recuerdo musical y poético”, cuenta la cantante en exclusiva a Hoy.

¿Una vez que aparece la canción, por qué queda en el repertorio?

Muchas están definidas por un mensaje poético o un diseño melódico, por la posibilidad de interrogarlas armónica y rítmicamente. Yo me tomo varios años para grabar un disco y así van apareciendo sorpresas: tarareando en mi casa, mientras camino o voy al supermercado me encuentro con temas insospechados. Entonces, después necesito amasar la canción, saber qué voy a hacer con ella. No obstante, mi versión no es mejor ni peor que la original, simplemente es una hendija nueva para mirar. Acá no se trata de hacer juicios de valor; el arte no tiene evolución, funciona circularmente y no va hacia un futuro mejor, eso dejémoslo para la política, la historia o la vida de las personas.

Como intérprete, Herrero es una incansable buscadora de memorias, y así, en el discurrir de este diálogo pausado -porque aquí no aparecen los estridentes vaivenes de su canto-, rescata a Mercedes Sosa como “la cantante argentina que mejor eligió su repertorio. Muchas veces nos reíamos, porque yo le decía: ‘Mercedes, ya cantó todo usted, ¿ahora qué hacemos nosotros?’. Ella ha sido una extraordinaria mujer, no sólo por su canto, sino por su sabiduría y sensibilidad”.

El estilo es un elemento importante en el intérprete, quizá, su marca más distintiva. En su caso, ¿está en estado absoluto o sigue en formación?

El estilo se amasa con el tiempo, es un proceso inacabado, no tiene fin. Cesa cuando cesa la vida, pero no termina como búsqueda. Hay temas que me sugieren cantarlos de un modo y así los grabo; después, en vivo, salen diferentes. No dejo de buscarme.

Todos estos años de gente

“Yo no recuerdo momento en que la música no haya estado presente en mí”, sentencia Herrero. Después, vienen las explicaciones. En su casa de Villaguay, un pequeño pueblo de la provincia de Entre Ríos, abrazado por los ríos Paraná y Uruguay, su padre levantó “una enorme discoteca con música clásica; folklore y otros ritmos. El mundo musical de mi padre era muy ecléctico, pero si tuviera que fijar una orientación en la audición que tenía mi padre, diría que la música hegemónica era la clásica”.

Dejando atrás esas melodías, a fines de los ’60, la artista migró a Rosario para estudiar Filosofía. Se recibió, dio clases y, entre tanto, cantó. Perseguida durante la dictadura, retornó de su exilio hacia los ’80 y, de vuelta en Rosario, conoció a Fito Páez: “Él es muy importante para mí; de hecho, la vida musical que yo inicié en el ‘87 fue un invento de Fito. Hoy digo que fue una idea fabulosa,  porque yo no pensaba dedicarme profesionalmente, vivir de la música, hacer conciertos, grabar discos. Para mí es precioso, porque esto me dio la posibilidad de conocer amigos maravillosos con los que he conversado todos estos años de gente, como decía Spinetta”.

Y en esos años de gente, en las memorias y en las voces que rescata la cantante con su repertorio, el río, el incesante río de Héraclito -que dijo que un hombre no puede bañarse dos veces en el mismo río, porque al hacerlo ni el río ni el hombre serán los mismos- está siempre presente, pero de un modo más tiernamente naif que filosófico: “Para todo entrerriano, se trata de una experiencia infantil. Es imposible pensar la vida de un entrerriano sin ríos, arroyos, lagunas o esteros. En Rosario, la presencia del río también es muy poderosa. No sé si pensarlo como un fenómeno filosófico, pero las lecturas, la música y el acercamiento que en mi casa había hacia los poetas entrerrianos influyeron en la búsqueda de los climas que hoy configuran mi repertorio”.