Entrevista exclusiva a Antonio Tarragó Ros

El chamamé vive y se siente en La Plata

Desde hace 25 años, Antonio Tarragó Ros es vecino de nuestra ciudad. Durante una entrevista íntima con este medio, el músico repasó años memorables de su carrera y brindó detalles sobre su nuevo disco de tango

Un día en su Curuzú Cuatiá natal, Antonio Tarragó Ros le preguntó a su padre: “¿Cuál es el secreto para ser artista?”. El hombre miró a su pequeño hijo y le dijo: “Vos a la gente tenés que quererla”. Antonio, que recién era un gurí y comenzaba a dar sus primeros pasos, grabó la frase en su mente aunque todavía no había llegado a comprenderla del todo. “Mi viejo era como un príncipe, venía con su sombrero y su acordeón, comenzaba a tocar y la gente lo amaba. Por eso yo le pregunté, porque para mí era un misterio”, cuenta el músico, quien recibió a este medio en su caserón en Villa Elisa donde vive hace más de dos décadas. 

—¿Este es tu lugar en el mundo? 

—Sí, este es mi lugar. Yo en esta casa estoy todo lo que puedo. Por la mañana me despierto con los zorzales (silba), después tengo un profesor que viene a entrenarme y luego agarro el acordeón o la guitarra para continuar con trabajos que siempre tengo. Acá mismo, tengo un estudio de televisión en donde he grabado programas culturales de San Luis y Entre Ríos. La verdad que nos sentimos tan cómodos en este lugar que no nos queremos ni mover con Cristina, mi mujer. 

Tarragó Ros es un apellido de la prosapia chamamecera: hijo del rey del chamamé y nieto de un exiliado catalán anarquista que logró instalarse en Corrientes y poner una barraca de cuero donde llegaban gauchos a caballo a traerle mercadería y tocaban el acordeón por las noches. 

Dueño de una impronta indiscutible, el artista correntino es autor de más de 400 canciones y 48 trabajos discográficos donde se destacan himnos del repertorio folclórico nacional como María va, Canción para Carito, De Allá Ité entre otros que han sido reversionados por artistas de la talla de Mercedes Sosa y León Gieco. Padre de Laura e Irupé, dos intérpretes que llevan adelante sus proyectos, Antonio continúa componiendo y actualmente presenta su último material de estudio, en donde incursiona en el mundo del tango.

—Tu infancia claramente influenció tu música, ¿cómo la definirías?

—Mi música siempre abreva y bebe en los trabajadores, en el pobrerío, en la gente del campo, en los recuerdos de esos momentos: en el dolor de la diáspora o en la nostalgia de extrañar un mundo que ya no está. Yo creo que soy una mezcla de erudito y criollo: un intelectual que sabe montar el caballo a pelo. 

—¿Qué significa para vos el chamamé?  

—El chamamé es el género con más originalidad dentro de la música argentina porque no se parece a nada. Te diría que es medio pariente del vallenato colombiano. Es un ritmo que se te mete adentro y pegás un zapucay o te coloca para bailar. Para mí es la música de mi tierra, la que me llevó a lugares impensados como Rusia con León tocando para miles de afganos, mongoles y chinos, o por ejemplo cuando fuimos a Berkeley y dimos una clínica en la que vinieron de alumnos Pete Seeger (el Atahualpa yanqui) y David Byrne (el cantante los Talking Heads) que me confesó que aprendió a hablar castellano con Canción para Carito. Si no hubiese tocado chamamé no me hubieran pasado tantas cosas lindas en la vida. 

La hora del tango

Antonio se define como nacionalista, aunque admite que no tiene buena prensa; que hizo una obra integral llamada Naturaleza (16 discos en los que recorre el vasto territorio argentino con la música del paisaje) que completó desde el huayno norteño a la huella sureña, pero le faltaba el tango. Le tenía más respeto que al mar. Sin embargo, Horacio Ferrer, antes de su partida, le dijo: “Antoñito, ¿por qué no haces un disco de tango?”, y finalmente apoyado por la Academia Nacional de Tango llegó en 2016 el primer disco arrabalero, con 25 tangos y vals de su autoría.

“Yo siempre le disparaba un poco porque es una vara muy alta, pero una tarde estábamos por tocar por La Boca y me fui al auto a dormir una siesta. Estaba a metros del Riachuelo y había unos gurises jugando que me despertaron. Observé que querían sacar una rueda del río, y yo pensaba estos gurises se van ahogar. Después se fueron y me disparó la metáfora: la niñez va a limpiar el río. Así nació la primera canción del disco, titulada Los cuatro pibes”, cuenta Antonio.

Este “payasito de dios” que nunca para de actuar, recita, cuenta, toca el acordeón y enhebra historias mientras va siempre por el río. “Yo ahora estoy pensando irme a Colombia para estar dos o tres meses entre Medellín y Valledupar. Es una experiencia que quiero vivir, estar ahí y sentir la música”, dice el correntino andariego, que no para de llevar a su Curuzú Cuatiá por el mundo. 

La música y la política

Antonio logró que el Senado de la provincia de Corrientes apruebe en 2015 la ley del chamamé que declara al género como Patrimonio Cultural de la provincia. La misma promueve la inclusión de programas educativos formales y no formales en donde se enseña el género en las escuelas de manera obligatoria y se dan talleres para la población en general. Asimismo, impulsa la creación del Consejo Correntino del Chamamé que se encarga de promover el valor cultural y turístico. 

“Tengo un vínculo un poco doloroso con mi provincia: amo Corrientes, soy correntino, vivo haciendo cosas y siempre estoy a punto de volver. Ahora me están tentando con la política para que yo vaya para allá, porque parece que me midieron y tengo buena imagen”.

ADN Tarragó Ros

­­“Mis familiares paternos son anarquistas exiliados de España en plena guerra civil. Mi abuelo había estado preso en el Castillo Montjuic de Barcelona y mi bisabuelo decidió venirse con todos para la Argentina donde los Matheu, que eran parientes, los hicieron entrar pero bien lejos, allá en Corrientes, Curuzú Cuatiá. 

Los cuñados de él, que eran de apellido Tarragó, murieron en la Guerra Civil Española y cuando nació mi papá le pidió a mi abuelo que le pusiera de nombre Tarragó en homenaje a sus camaradas. Entonces mi papá se llama Tarragó y su apellido es Ros. Yo me llamo Tarragó como mi papá, y Antonio como mi abuelo”

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