La fiesta de Boca no pudo ser coronada

En la cancha hubo un gran esfuerzo de los jugadores, así como en las tribunas, y también afuera, de la gente que acompañó un sueño que no logró ser cumplido.

La Copa Libertadores llegó a su fin, y no como quisieron todos los fanáticos de Boca Juniors. Los más de 100.000 hinchas que viajaron desde nuestro país y el mundo entero a Río de Janeiro desgraciadamente no pudieron obtener el séptimo trofeo de la historia para el Xeneize, algo que se le viene negando hace mucho tiempo. La última vez fue en aquella recordada serie de 2007, con un brillante Riquelme en el campo de juego.

Hubo momentos de todo tipo, aunque sin dudas hay que dedicarle una buena cantidad de líneas a lo que fue el trabajo de la Policía, que, desde mediados de esta semana hasta el pitazo inicial, le dio una gran cantidad de dolores de cabeza a todos los fanáticos del Xeneize que viajaron a vivir una fiesta del fútbol, pero que se vio empañada, en parte, por el accionar de estos sujetos, sin una respuesta por parte de las autoridades.

La Confederación Sudamericana de Fútbol, que tanto se jacta hablando de racismo, del respeto, de los valores, de no atacar a la persona nacida en otro país, no mueve ni un dedo cuando los efectivos que deben garantizar la seguridad generan un caos total, momentos de terror y situaciones que no finalizan en una tragedia de milagro; en vez de tanto show, hay que poner un poco los pies sobre la tierra y atender lo urgente, pero parece que estas cosas no los moviliza ni un poco a los hombres de traje negro.

Uno de los momentos más desgarradores de la previa se dio con el ingreso de la barra de Boca, cuando el grupo mayoritario había pasado el último vallado y allí la Policía lanzó gases lacrimógenos y balas de goma contra los hinchas que pugnaban por entrar. También se produjeron al mediodía corridas en la estación de Metro entre hinchas de ambos equipos y la Policía que no pasaron a mayores.

Vale recordar que las autori­dades decidieron convocar a más de 2.200 efectivos de seguridad, que no cumplieron de buena forma su servicio, al menos para la parcialidad argentina.

Pasando a otro aspecto negro, desgraciadamente no hubo pantalla gigante en el Sambódromo, debido a la decisión de las autoridades ­policiales, por lo que alrededor de 100.000 argentinos tuvieron que vivir la final en los bares de la costa y del interior del barrio de la playa de Copacabana, en otra decisión repudiable.

La gente, pese a eso, se comportó de manera destacable, miles de familias viajaron, en avión, en micro durante más de 40 horas, como también grupos de amigos en autos particulares, todos tratando de buscar un sueño que no pudo ser logrado, pero con la mente tranquila de que Boca dejó todo en el campo, aunque habrá algunos aspectos para tener en cuenta. Lo concreto es que los fanáticos vivieron con mucha emoción una final que no resultó de la manera deseada, pero que no faltará mucho tiempo para tratar de estar nuevamente en una posición privilegiada para de una vez por todas levantar la séptima Libertadores de la historia.

Una Yerba que no fue Brava

A pocos minutos de lo que fue la gran final entre Boca Juniors y Fluminense en el mítico Maracaná de Río de Janeiro, se dio el show musical para que continuara la fiesta al mejor estilo Champions League. Una orquesta de músicos de la favela Rocinha abrió la historia, luego apareció el músico carioca Ferrugem, mientras que para el lado Xeneize estuvo la banda de cumbia villera Yerba Brava.

Cuando empezaron a sonar sus canciones, las cosas no salieron de la mejor manera, debido a problemas con la musicalización, lo que despertó cientos de comentarios en redes sociales. Este grupo es uno de los preferidos por el vicepresidente de Boca, Juan Román Riquelme.

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