El empate del Paris Saint-Germain ante el débil Brujas dejó mucha tela para cortar. Pochettino tiene estrellas que juegan bien, pero que no funcionan, por ahora, de manera colectiva. Que sean estrellas y no estrellados.
Ya en la previa del Mundial 1994 en Estados Unidos se hizo un simposio de directores técnicos. Allí, el genial Rinus Michels (admirador de Osvaldo Juan Zubeldía y creador de la Naranja Mecánica holandesa con Johan Cruyff a la cabeza) sentenció sobre la Colombia que le había hecho cinco goles a la Argentina de mi querido Coco Basile: “No va a pasar la primera ronda”. Los culpables serían cuatro jugadores que no corrían para recuperar.
Así fue no más, el equipo de Maturana fue la gran decepción, luego de haber arrasado con todos los rivales en la etapa de Eliminatorias que lo llevaron a clasificar caminando a la Copa del Mundo.
A esto se le puede sumar que Alex Ferguson, ante la consulta sobre qué fue lo más difícil de manejar en su Manchester United, dijo: “Los egos de cada jugador”.
Ferguson ganó todo teniendo a Peter Schmeichel al arco, a los hermanos Neville de laterales, un medio campo con Beckham, Scholes y Ryan Giggs, y adelante a Yorke y Cole. Puede decirse que era difícil manejar esos egos. Pero en ese equipo, él era amo y señor, era mánager y director técnico. Un día, en un entretiempo, revoleó un botín y le abrió la cabeza a David Beckham.
Por todo esto y mucho más, el París Saint-Germain, que gastó £600.000.000, deberá revisar muchísimo la conducción dentro y fuera del campo, como también la estructura de su equipo.
Ni Messi por derecha, ni Neymar por izquierda, ni Mbappé por el centro ayudan a los tres mediocampistas. Incluso, el centrocampista Paredes no se destaca con su marca.
Ahora, el técnico argentino Mauricio Pochettino tiene oro en las manos. No sé si sabrá moldearlo como equipo o solo serán individualidades que inspirados pueden golear o ganar partidos. Algo de esto ya se vio en el primer encuentro, en el cual les tocó jugar a los tres de arriba juntos por la Champions League. Pero con muchos caciques y pocos indios no hay batalla que se gane.