Entrevista exclusiva
Willy Crook: “No hay un trabajo pequeño para un gran hombre del funk”
El saxofonista, exintegrante de Sumo y Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, habló sobre su recorrido en el rock. También se refirió a Memorias improbables, el libro que acaba de lanzar, en el que cuenta sus vivencias
Es oriundo de Villa Gessell y su saxofón sonó en las canciones de grandes bandas como Sumo, Los Abuelos de la Nada y Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. Willy Crook es un emblema del rock nacional que recientemente decidió plasmar todas sus vivencias con la música en una suerte de anecdotario que tituló Memorias improbables y editó a través de Planeta.
En esta primera obra literaria, el artista narra sus historias entre el mar y los médanos de la Costa argentina y continúa el recorrido relatando su incursión en el funk, la edición de siete álbumes y su transformación en un ícono de la Argentina.
En el presente, Willy integra Los Funky Torinos, una banda que próximamente sacará otro álbum y emprenderá una gira nacional. Durante una charla con diario Hoy, el saxofonista habló de las canciones en las que está trabajando, se refirió al lanzamiento de esta pieza de su autoría y a otras anécdotas vividas durante su intensa juventud.
—¿Cómo surge Memorias improbables?
—Llegó la propuesta e hice el ejercicio para ver si me acordaba tanto de mi vida como creía. Ni bien acepté, me dieron un adelanto como a todos los escritores y me gasté todo el dinero sin haber escrito ni siquiera una sola letra. Pero lo hicimos y estuvo buenísimo.
—De las playas argentinas a transitar el mundo con bandas históricas, ¿cómo fue ese recorrido?
—No hay un trabajo pequeño para un gran hombre del funk, cada cosa en su lugar, cada campeón está en su categoría. Pero sí, tuve o me he dado el gusto de conocer a muchas personas, famosas o no, que admiro de algún modo y que quiero mucho. He sido muy afortunado, salí muy temprano a la vida, a un mundo que era mucho más amable de lo que es ahora. Cometí el terrible error de hacer cada cosa que veía, cuestión que no le recomiendo a nadie (risas). “Allá a donde vayas, hacé lo que venga” no es una frase muy operativa, se llama experiencia, y es el peine que te regalan cuando te quedás pelado.
—¿De qué manera conociste al cineasta Roman Polanski?
—Fue en una fiesta de luna llena que hizo en su casa. Estaba todo ambientado con grandes equipos de sonido e iluminación. Una joven alemana que me invitó me dijo que la mansión pertenecía a Roman y lo señaló entre toda la gente. Se trataba de este buen hombre. Además, había un escenario donde dos muchachos estaban con la guitarra y elementos de percusión. No eran otros que David Gilmour y Alvin Lee, unos guitarristas de otro planeta. Había mucha gente en la fiesta, nos quedamos todos dormidos y al otro día terminó todo. Fue una experiencia muy agradable.
—Formaste parte de Sumo y Los Redondos, ¿qué vínculo entablaste con el inolvidable Luca y el Indio Solari, respectivamente?
—En ese momento, ambos estaban vivos para mí. Ahora, el Indio existe pero no da mucha pelota, así que espero que le vaya bien en lo que haga. Durante los 80 conocí a Luca. Era un italiano magnético, y tocamos unos reggae en la avenida 3 de Villa Gessell. Una noche me invitó a ver a Sumo y jamás me imaginé que en la Argentina podía existir una banda así, que tuviera la misma magia que las que había visto en Ibiza. Siempre pensé que si esta agrupación hubiera nacido en Inglaterra, todo el mundo la habría escuchado. Tenía una mezcla de estilos por demás interesante, muy acorde a la música que escuchaba Luca.
En ese momento, iba y venía a Buenos Aires, dormía en Plaza Once, una locura total. Me avisaron que existía una agrupación que buscaba saxofonista y se llamaba Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. Por el nombre, pensé que hacían música infantil. Me presenté a la prueba con mi saxofón, que aún no lo tocaba muy bien. Me recibieron Skay y Poli, la prueba fue como persona y no como músico. Tocamos unas cuantas horas y me citaron para el día siguiente.
—¿Cómo analizás tu paso por la historia del rock nacional?
—No tengo la humildad de los grandes, porque me da bastante orgullo. He pateado entre gigantes, hablo de los que se conocen alrededor del mundo entero. Puedo nombrar a Alejandro Medina, Pappo, entre otros. Los discos de Manal son joyas para mí. De todos ellos creo que algo se me impregnó.
