Caetano Veloso: el escritor detrás del músico

Verdad tropical y El mundo no es chato, traducidos y publicados en nuestro país por la editorial Marea, prueban que Caetano no solo es un artista prodigioso –eso lo sabíamos–, sino también un gran ensayista.

A esta altura de la historia de la música popular, casi todo el mundo sabe que Caetano Veloso es uno de los artistas más importantes del planeta. Sin embargo, no todos tienen igualmente presente que es un gran escritor. Tanto Verdad tropical como El mundo no es chato, traducidos y publicados en nuestro país por la editorial Marea, son una prueba incontestable sobre su destreza como ensayista y su capacidad para concentrar el camino de la historia que lo trajo hasta nuestros días.

Las primeras páginas de Verdad tropical, por ejemplo, son una suerte de ensayo socio-cultural sobre el origen de Brasil: sobre el destino encriptado en el mito del gigante. Como si preparara juiciosamente el blanco para después, a lo largo de cientos y cientos de páginas, clavarse en esa historia como una flecha. Dicho así suena como un plomazo. Como el devaneo intelectual de un egomaníaco. Pero –atención- Caetano es brasilero y uno de sus leitmotivs es elocuente: “Todo esfuerzo en dirección a ningún esfuerzo”.

Su infancia en el pueblo de Santo Amaro Da Purificação es un derroche de oído y sensibilidad popular. Todo lo que es plausible de suceder tiene lugar en aquella casona familiar de la rua do Amparo, donde los niños rezan para que la muerte no los pille en el sueño y los adolescentes se enamoran y escuchan por primera vez a João Gilberto. Donde una tía canta devotamente en el coro de la iglesia y la otra, cansada de la ordinariez de su destino, le dice al niño Caetano: “Hijo, me gustaría vivir en Paris y ser existencialista”.

Así, entre sus viajes a Río y los primeros escarceos con el mundo del arte, panea la fundación del Tropicalismo y su propia implosión. El camino es doloroso y jovial. Con tramos en blanco y negro (la muerte del estudiante Edson Luis, la cárcel, el exilio, etc.) y otros en technicolor (el amor, la psicodelia, la música, etc.). Su espíritu es colectivo y las reflexiones nunca abandonan una saludable autocrítica. Los retratos, por otro lado, son minuciosos y de orden poético. Arnaldo Baptista y Rita Lee, por ejemplo, son pintados a mano alzada. “Eran novios desde la infancia y todo lo que los rodeaba tenía un sabor, a la vez, anárquico y recatado –dice Veloso-. Ella era bellísima, y su evidente lado norteamericano le daba un aspecto en el que se mezclaban la libertad y el puritanismo”.

Aunque buena parte de los textos fueron escritos en diferentes situaciones, Verdad tropical se lee como una obra integral. No es el caso de El mundo no es chato, el libro compilado y prologado por el poeta Eucanaã Ferraz: una miscelánea que reúne manifiestos, liner notes de discos propios y ajenos, intervenciones públicas, prólogos, programas de shows y artículos publicados en la prensa sobre los temas más peregrinos. Desde la belleza de su hermana María Bethania hasta la identidad pernambucana, pasando por sus películas favoritas y las playas del Mediterráneo. Su estatus de cajón de sastre no es un defecto. Es una invitación a comenzar a comer este pastel redondo por donde uno quiera.

Traducida por Florencia Garramuño y Álvaro Fernández Bravo, la edición de Marea Editorial se ocupa de sanear nuestros baches de la cultura brasilera con oportunas notas al pie. Y, tal como sucede en Verdad tropical, pocas veces estuvo más justificado el índice onomástico. La galería de nombres es una constelación que, vista con cierta perspectiva, dibuja el rostro del autor: el cineasta Glauber Rocha, Clarice Lispector (sus llamadas telefónicas son un momento de feliz intimidad), Oswald de Andrade, Tom Zé, Helio Oiticica, Gal Costa, Paulo Leminski, Torquato Neto. Entre tantas memorias egocentristas, los libros de Caetano funcionan como un diario de viaje caleidoscópico: una historia coral de la cultura brasilera cantada por las mil voces del mismo intérprete.

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