cultura

Cien años de convicciones

Próxima a llegar al siglo de vida, Griselda Gambaro es un ejemplo de la brillantez de escritura, la valentía para enfrentarse a la condición humana.

Interés General

15/09/2025 - 00:00hs

Nació en La Boca, el 28 de julio de 1928, en la casa de Isabel Ruso y José Gambaro, un pintor de brocha gorda cuyos antepasados vinieron de la Italia meridional a fines del siglo diecinueve. A lo largo de su extensa obra, que incluye dramaturgia, novela, ensayos y hasta cuentos infantiles, se evidencia la presencia de una mirada crítica de las desigualdades sociales, políticas y de género de la sociedad argentina, que no han perdido vigencia en la actualidad. Esa presencia se revela a través de una escritura única, producto de su capacidad creativa, pero también de su dedicación y trabajo, que ha influido en la dramaturgia contemporánea.

Cesare Pavese aseguraba que un escritor es esencialmente un monótono. Griselda también estaba convencida de repetir, con distintas variaciones, el mismo tema. En ese sentido, uno de los temas que más le preocupa es la sobredimensión del poder, el autoritarismo sin control y la falta de responsabilidad. Mucho antes de que a los catorce años el encargado de la Biblioteca Socialista de la Boca le preguntara si había algún menor en casa para poder entregarle una novela de D. H. Lawrence (y ella respondiera que no), Griselda Gambaro sabía que iba a ser escritora. Lo supo, dice ahora, casi desde el momento en que aprendió a escribir.

Cuando era muy joven escribió un libro de cuentos, pagado por sus amigos, pero que después sacó de su bibliografía. Allí había un atisbo pero muy lejano aun. Su primera publicación, “Madrigal en ciudad” (1963), ganó una distinción del Fondo Nacional de las Artes (FNA). Dos años después, “El desatino”, otra colección de cuentos y narrativas cortas, obtuvo el premio Emecé.

Encontraba más placentero escribir narrativa que teatro, porque podía pasar más tiempo con sus personajes: Griselda escribe teatro muy rápidamente, mientras que una novela significa una cuestión de años. De todas maneras, una u otra manera de narrar implican, en realidad, una cuestión de necesidad: había ciertas situaciones o historias que necesitaba contar a través del escenario y de personajes corporizados, y otras que le exigían otro tiempo.

Lo cierto es que tiene un mundo propio reflejado tanto en la literatura como en los cuentos para chicos. Sin embargo, ella lo entendía como el mundo de una persona a secas: “Pienso que todos tenemos un mundo propio, solamente que la mayoría no sabe expresarlo, o lo expresa de otra manera, en la forma de hablar, en la forma de comportarse, en su conducta, yo puedo expresarlo a través de la escritura”.

Consultada por su mecanismo técnico de trabajo, Griselda sostiene que hay un oficio que lentamente se va dominando, aprendiendo a desarrollar una situación: “Uno sabe que si pone tres personajes los tres tienen que tener una acción, aunque estén mudos, si pone diez, lo mismo. Uno sabe que tiene que haber pozos, que los puentes tienen que estar hechos entre una situación y otra, que tiene que haber un crecimiento dramático, y con esto no quiero decir cronológico”.

Asimismo, Griselda sostiene que todos somos animales políticos, y que la política nos tiene agarrados porque es el modo de gobernar, la manera en que vivimos en sociedad, y es inútil querer alejarse de las determinaciones y decisiones que hacen a la política. Ella no reniega de eso, así como no reniega de la ideología: “Son circunstancias, filosofías que no se pueden rechazar. Los que reniegan de la política son más políticos que los otros, más perversos”.

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