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Descubren los restos del bestial ataque de un megalodón a una ballena

Un equipo de científicos halló en Maryland los fósiles de un sanguinario episodio de depredación ocurrido hace 15 millones de años.

En los anchos océanos del Moiceno, el megalodón no tenía competencia. Con una longitud equivalente a la de un edificio de cinco pisos, una temible dentadura formada por casi tres centenares de piezas y una fuerza de mordida diez veces mayor a la del tiburón blanco, este depredador podía atacar incluso a las ballenas. Así lo prueban los extraordinarios fósiles de hace 15 millones de años, encontrados en los acantilados de Calvert, Maryland: dos vertebras de una ballena y un diente de megalodón.

De acuerdo con el estudio de los investigadores del Museo Marino de Calvert (CMM) y el Instituto de Tecnología de Nueva York (NYIT): “El ataque dobló tanto la columna vertebral de la ballena que básicamente le rompió la espalda”. Una de las vértebras conserva evidencias de una fractura mayor por compresión. Para que sucediera este tipo de lesión, los huesos de la ballena tenían que haberse doblado con mucha fuerza en una curva tan cerrada que la presión de la vértebra delantera adyacente aplastó la otra.

El hallazgo de un solo diente de tiburón megadentado (Otodus megalodon) junto a las vértebras llevó a los investigadores a culparlo del ataque. El diente no estaba incrustado en las vértebras ni estas tienen marcas de mordeduras, pero a partir de otros hallazgos de fósiles se sabe que este gigante se alimentaba con éxito tanto de ballenas como de delfines. “Los grandes tiburones blancos vivos a menudo emboscan a sus presas atacando desde abajo, por lo que es posible que el megalodón hiciera lo mismo”, explicó Stephen J. Godfrey, curador de paleontología en Calvert. “Sin embargo, no sabemos con certeza si el ataque vino desde abajo, por la espalda o incluso si hubo un megaataque, aunque esa es nuestra interpretación favorita de las patologías conservadas en estas dos pequeñas vértebras de ballena”, agregó.

De alguna manera la víctima logró librarse del asalto y consiguió sobrevivir dos meses más. “La ballena no vivió mucho tiempo después del trauma porque hay grandes áreas donde debería haber crecimiento de hueso nuevo, pero no ocurrió”, dijo Godfrey. “Así que murió a pesar de su valiente intento de curarse por completo”, concluyó.

La gravedad de la lesión traumática está a la altura de las observadas en las ballenas modernas que han sufrido traumatismos inducidos por la acción del hombre, como lesiones contundentes en el cráneo y las vértebras por golpes de barcos. Pero fracturas por compresión como la que se observa en la ballena fósil aún no se han informado en ejemplares vivos.

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